En un momento histórico de claro retroceso económico, de retraimiento en los derechos, de malestar social, de empobrecimiento general, de precariedad laboral, de ninguneo de la población, de degeneración democrática, de corrupción política, de burla moral, de ataques a la cultura y a las lenguas, del desmantelamiento del servicio público sanitario, del descontento en el mundo educativo, de descomposición del tejido social etc. Todavía hay quien se pregunta estúpidamente adonde está la izquierda, o de si es su hora en el año electoral que se aproxima.
La respuesta es tan sencilla que da pena observar, como hay quien todavía se resiste a verla desde sectores progresistas y actuar por tanto en consecuencia. La izquierda política antigua o nueva si quiere tener credibilidad, tiene que estar en el lugar de donde nunca hubiera tenido que moverse. Junto a los intereses comunes de los ciudadanos. A su lado. Y éstos llevan tiempo diciéndoles claro, clarito que se olviden de sus intereses personales para apoyar a la gente a recuperar sus derechos y bienestar.
Y ese cambio no se puede alargar. La población no está en condiciones de esperar a que llegue, más tarde que temprano, una posible acción quijotesca de un partido determinado para rescatarla. Si no queremos otros cuatro años como los sufridos, los partidos con sensibilidad social tienen que recuperar su lugar y saber escuchar al ciudadano que está deseando se organicen de tal manera que la unión de sus fuerzas sea irremediablemente ganadora. Otra decisión, dada la situación expuesta al inicio de mi escrito, se me antoja incomprensible pues sería vista como el desaprovechamiento de una coyuntura social, política y económica favorable para regenerarse y recuperar la confianza de sus votantes. De demostrar las esperanzas que representan en un momento de gran necesidad de ellas. No hacerlo así, sería una decepción irrecuperable.
La derecha lo sabe muy bien y por ello juega a dividir a la opinión pública mediante enredos mediáticos, supuestas contradicciones o casposos temores Es su gran baza. Hay que ser conscientes de ello. Por eso es preocupante que en unos años de numerosísimas movilizaciones sociales todavía pueda haber formaciones políticas que duden todavía a la hora de tomar medidas para desalojar de las instituciones de gobierno a quienes mediante engaños llegaron a él para luego ser unos prepotentes, malos gobernantes.
Juntos, los partidos progresistas pueden ganar. Pueden ganar las municipales, las autonómicas y por supuesto las nacionales. Es una evidencia numérica incontestable. Los ciudadanos que a fuerza de desengaños hemos perdido todo atisbo de ingenuidad, debemos procurar alentar esa unión si queremos una esperanza posible, inmediata para este país y para nosotros mismos. Y una vez ganadas las elecciones, entre todos podemos con sentido común y respeto –que ya toca--, ciudadanos y políticos, regenerar todo lo degenerado. Qué no es poco.