Hay temas que por mucho que se estudien (y se estudian poco, pues no interesa), tienen escasa repercusión en las recomendaciones en la práctica médica. Uno de ellos es el de los efectos secundarios de la utilización de las mascarillas per sí, al margen de su utilidad comprobada en la protección de las infecciones transmitidas por vía aérea como la covid; se entiende que siempre son útiles y que no se puede prescindir de ellas, siempre el beneficio es superior a los remotos daños -si es que existen- que pudieran causar.
Y es que sobre los efectos adversos de las mascarillas se ha trasmitido (interesadamente) poco dejando la idea de que son inexistentes, y aunque inicialmente se eximió de estas a ciertos pacientes, al final quedo la idea de que eran tan inocuos o que su repercusión sobre la salud era tan despreciable, frente a los enormes beneficios en forma de prevención de la covid-19, que producían, que su uso debía ser obligatorio para todo el mundo en la pandemia.
Tal vez esta sea una de las explicaciones de que ahora, sin riesgos de pandemia y sin razón alguna que lo justifique aún tengamos los sanitarios y el público en general, en los centros sanitarios y en las farmacias, que utilizarlas. Sin embargo, como lo que les digo a mis médicos residentes en Medicina de Familia «todo lo que no es necesario en medicina al final es contraproducente», el «cuanto más mejor» de muchos pacientes y algunos médicos especialistas puede producir efectos no deseados, y es que nada es inocuo en medina.
No sé si recuerdan, pero la Organización Mundial de la Salud al inicio de la pandemia recomendó no utilizar la mascarilla si se practicaba ejercicio físico aunque sin una base experimental que lo avalara.
En dicho momento, pequeños estudios, como el publicado en el Journal of the American Board of Family Medicine en el 2021 (plena pandemia) de Ophir Bar-On et al en 21 individuos sanos de 38 años de edad media a los que se les monitorizó sus signos vitales, la oxigenación, la ventilación en tres situaciones: en reposo, al caminar suave (4 km/hora) y caminando rápido (7 km/hora) en una cinta estándar sin inclinación, y ya demostró como la utilización de la mascarilla quirúrgica (tipo Non-Woven 3-ply FaceMask, LeJian Protective Equipment, China) durante la caminata suave o rápida más de 5 minutos se asociaba con un aumento del CO2 y una desaturación de oxígeno (del 43% en marcha rápida) en la sangre. Y es que cualquiera entiende que la reinspiración del aire espirado que se encuentra entre la boca-nariz y la mascarilla incremente el CO2 y reduzca el oxígeno en la sangre.
U, otros, como el pequeño estudio de Carl J Ade et al (Respir Physiol Neurobiol. 2021), en 11 adultos jóvenes y sanos y una máscara quirúrgica N95 corroboró que la utilización de mascarillas durante el ejercicio aumentaba el CO2 reinspirado final y reducía algo el oxígeno en la sangre durante el ejercicio. En ambos estudios no se alteraron los parámetros cardiovasculares (presión arterial...) al final del ejercicio físico pues se trataba de individuos jóvenes y deportistas.
En este sentido, una revisión sistemática con metaanálisis, a su vez, de hace dos años (Keely A Shaw et al, Appl Physiol Nutr Metab. 2021) de 22 estudios (o 1.573 pacientes de edad 35,6 ± 15,2 años) hasta marzo del 2021 y diversos tipos de máscara (quirúrgicas -N95-, de tela...) y grupos control sin ella en algún tipo de ejercicio físico no encontró, sin embargo, un impacto significativo del uso de las mascarillas quirúrgicas o las N95 en el rendimiento del ejercicio físico, aunque sí en la sensación del esfuerzo percibido o la sensación de disnea (dificultad respiratoria) en todo tipo de máscaras. En este, el CO2 al final de la espiración aumentó de la misma forma que la frecuencia cardíaca.
Y por último, un estudio publicado hace escasos días por Riqiang Bao et al (JAMA Netw Open 2023), que es el que me ha hecho escribir este artículo, y también en individuos sanos, en este caso 30 con 26,1 ±2,9 años (50% mujeres) en Shanghai y aleatorizados a utilizar o no la mascarilla N95 durante 14 horas con los que medir los cambios físico por el uso de ésta durante tiempo prolongado y en situaciones de estrés físico.
En éste hubo momentos de reposo y de ejercicio físico realizado en un ergómetro a intensidad suave o alta midiendo los cambios en el consumo de oxígeno (análisis antes y después) y en la frecuencia cardíaca... y demostró como la N95 generó una reducción en la frecuencia respiratoria y en la saturación de oxígeno y un aumento en la frecuencia cardíaca y la tensión arterial. Cambios que se incrementaron en los momentos de ejercicio físico; así como se detectaron aumentos de hormonas (epinefrina...) relacionadas con el estrés físico que indicaban una activación del sistema simpático adrenal y que eran responsables de aumento de la frecuencia cardíaca y de la presión arterial...
Con éstas evidencias queda claro que las mascarillas producen cambios fisiológicos, aunque leves en las personas jóvenes y sanas en ciertos tipos de actividad. Sin embargo, como comentan los autores, estos individuos pueden compensar estos cambios cardiopulmonares, pero no, o no se sabe con certeza, en las personas mayores, con enfermedades crónicas o cardiopulmonares, lo que, en opinión de este médico, podría haber tenido que ver con alguna descompensación con ingreso hospitalario de estos pacientes o algo que ver en el exceso de mortalidad no relacionado directamente con la infección de la covid-19 que se vivió por aquella época (y que comentamos, «Es Diari» 23-11-2022).