El compromiso con el puerto hermano venía de lejos, asociado
siempre a aquel dramático septiembre de 1943 en plena
Segunda Guerra Mundial, cuando la aviación alemana hundió
en el Golfo de Asinara, norte de Cerdeña, en la entrada de la
Boca de Bonifacio al buque insignia de la Marina Italiana, el
acorazado “Roma” y a otras dos unidades navales: el Vivaldi
mas al oeste y el Da Noli en la entrada de la Boca. Le debíamos
la visita a Alghero a Mario Cappa, puerto algo mas al sur desde
el que salió hace treinta años con un barco que recompuso con
sus manos al que lastró con 6 toneladas de plomo, sacados de
restos de obras de fontanería, con el que puso rumbo a
Menorca acompañado de su inseparable Valnea. Y en Menorca
se quedaron.
Entramos por el aeropuerto de Alghero-imposible de hacerlo
con Grimaldi por mar- en días en que Italia celebraba su fiesta
nacional (25 de abril). Una visita al Alcalde nos comprometió a
acompañarles en una especie de procesión patriótica que
recorrió los puntos mas sensibles de la ciudad a consecuencia
de las dos guerras mundiales. Homenaje merecido a quienes se
sacrificaron. Y ahí, tras una reglamentaria banda de música y
las nutridas comisiones militares, navales y de orden público,
desfilamos los de Port Mahón como allí nos conocen. Tras
nosotros, bulliciosos, descendientes de los partisanos,
entonaban repetidamente su conocido himno el «Bella Ciao», sin respetar
especialmente los sencillos discursos y dedicatorias que se
pronunciaban en cada parada.
Los momentos mas emocionantes los vivimos el dia siguiente
en Porto Torres, primero en un bello y completo museo que
conservan sus marinos retirados con intercambio de palabras y
recuerdos entre su Alcalde y sus autoridades navales, acudimos
a la orilla del Golfo de Asinara, frente por frente al lugar del
hundimiento, próximo a un bellísimo monumento que recuerda
la tragedia. Mario y Valnea -hija de un naufrago-que no habían
regresado al lugar, afirmaron encontrarse ante el día mas
emocionante de su vida: “aquí debajo, a mil metros esta su
padre”
Por supuesto aprendimos: localizamos exactamente el lugar y
las circunstancias de aquellos trágicos días para una Italia que
había abandonado el Eje, invadida por tropas aliadas
desembarcadas en el sur, con Badoglio en Roma intentando
reconducir la situación con aquellas, con un gobierno fantasma
presidido por Mussolini en Milán. Para aquellos marinos, el
drama de la incertidumbre estaba escrito: y lo pagaron con sus
jóvenes vidas.
Recordar como el comandante del Vivaldi, con 40 muertos a
bordo a consecuencia del bombardeo que no consigue hundir la
nave, decide hacerlo el, aprovechar sus barcas de salvamento y
navegar rumbo a Palamós entraña todo un ejercicio heroico de
responsabilidad y de trágica decisión de abandonar a sus
muertos. O como hemos constatado que del hundimiento del
Da Noli no hay constancia de sus muertos o desparecidos. No
hay otro cementerio con restos de aquellos marinos donde se
les recuerde, que el de Mahón. El de los 26 que no pudieron ser
curados en el Hospital de la Isla del Rey de entre los cerca de
400 que llegaron aquel 9 de septiembre de 1943.
Huérfanos por el momento electoral de nuestras autoridades,
incluso sin el menor apoyo institucional, intentamos acercar a
un pueblo hermano todo lo que representó aquella solidaridad,
aquella hospitalidad de todo un pueblo como el de Mahón que
se volcó con los heridos. En la isla del Rey custodiamos con
cariño y respeto todos los testimonios de aquellos momentos.
Como repite Mario, comenzamos a construir Europa pasando
este mensaje a las generaciones actuales.
Luis Alejandre Sintes
Presidente de la Fundación Hospital de la Isla del Rey
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