Roland acumula a sus 48 años un historial con más de 11.000 inmersiones. | [Roland Bach ]

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Ficha

Fecha de nacimiento

— 19 de enero de 1969.

Actualmente vive en...

— Arenal d'en Castell, Punta Grossa, en Es Mercadal.

Llegó a Menorca...

— El 7 de mayo de 2000.

Profesión

— Submarinista.

Familia

— Vive con su pareja.

Su lugar favorito de la Isla es...

— Bajo el agua, el 'Queso Suizo'; en la superficie, Sa Bassa Verda.

En su Alemania natal vivía mucho más cerca de las montañas que del mar, pero eso no impidió que desde muy joven Roland tuviera una atracción especial por poder respirar debajo del agua y descubrir la vida que allí existía. «Siempre me pareció algo muy interesante», reconoce el alemán, que realizó sus primeras inmersiones en los pequeños lagos de su región. Pero al final el destino le trajo hasta un mar, el de Menorca, del que lleva disfrutando casi 18 años.

¿Fue dedicarse al submarinismo su primera opción profesional?

—La verdad es que no. Cuando era joven y vivía en Alemania trabajaba como mecánico de coches de la marca Audi, que tenía su fábrica en mi ciudad. Pero por aquel entonces era obligatorio para todos los chicos hacer el servicio militar; antes de comenzar tienes que hacer unos exámenes físicos y durante la prueba me preguntaron qué es lo que me gustaba hacer, y yo les respondí que bucear. Así fue como me ofrecieron la oportunidad de realizar esa actividad durante mi etapa en el ejército si me comprometía a permanecer al menos durante cuatro años en vez del periodo mínimo.

Y se lo pensó.

—Sí, era joven entonces, aunque al final consideré que era una forma de ganar más dinero que con el trabajo que estaba desempeñando, habían una buena diferencia. Como bucear era algo que siempre me había gustado, decidí firmar. El primer año y medio estuve en la Marina, en el norte de Alemania, pero como vivía cerca de Munich me cambiaron de destino, por lo que tuve que bucear en ríos, pero fue algo que también me resultó muy interesante. Presté el servicio entre 1988 y 1992, con la caída del Muro de Berlín de por medio. En un momento dado me plantearon si quería salir del servicio o dedicarme a otra cosa.


Y decidió que su tiempo en el ejército hacía terminado.

—Efectivamente. Estábamos cuatro amigos en el mismo regimiento y dijimos que lo primero que íbamos a hacer era disfrutar de unas buenas vacaciones, y durante esas cuatro semana comenzamos a hablar de lo que íbamos a hacer en el futuro. Salió la posibilidad de montar un centro de buceo, y al final tres de nosotros nos aventuramos a abrir un negocio en el Mar Rojo, en Egipto. Allí pasé siete años de mi vida.

¿Cómo fue la experiencia?

—El Mar Rojo es un paraíso para bucear, y además nos dedicábamos a realizar safaris, en el sitio en el que estábamos no podíamos hacer otra cosa, era todo muy turístico. Pero la situación política era un poco inestable, así que opté por regresar a Alemania. Decidí que el buceo iba a ser una práctica privada, ya no comercial. Pasé un año en mi país trabajando en una tienda deportiva hasta que un día me llamó un buen amigo que tenía un barco y quería hacer rutas en Menorca, se trata de una embarcación conocida en la Isla, el «Sir Robert Baden Powell», que amarra en el puerto Maó. Me propuso venir a la Isla.


Y usted se unió a la aventura.

—Bueno, sí, aunque que tuve mis dudas, ya que tenía mi trabajo, pero al final dije que sí. Nunca antes había estado en Menorca. Me dijo que para conocer las zonas tenía que bucear primero en ellas, así que un mes antes de comenzar a trabajar me vine de vacaciones para realizar unas inmersiones. Me instalé en Arenal d'en Castell. Así fue como fui conociendo la Isla, y pronto me enamoré de ella. Me gustó que era un lugar pequeño, no como Mallorca, y que había pocos alemanes, porque yo para ver alemanes ya los tengo en Alemania (risas).


En un mes conoció parte de las aguas menorquinas para comenzar a trabajar, ¿pero qué me dice de los idiomas?

—No sabía prácticamente nada de español, las únicas palabras que conocía eran cerveza, hola y gracias. Aprendí el idioma hablando con la gente, y he de decir que los menorquines cuando saben que tú quieres aprender te ayudan mucho. Luego la televisión también ayudó mucho, incluso ver «Los Pitufos» funcionaba para aprender (risas).


¿Qué le pareció Menorca como destino de buceo?

—Al principio era un poco reticente, porque pensé que el Mediterráneo podría resultar un poco aburrido, poca vida, pocos peces, agua fría en invierno. Hay que tener en cuenta que el último destino en el que había estado era el Mar Rojo, con otra temperatura, corales suaves, peces de colores fuertes... Y pensé que aquí todo sería un poco más triste. Pero después de la primera inmersión descubrí que era un lugar fantástico. Es una suerte la gran vida que tenemos en el mar Mediterráneo, no solo por la fauna, sino también por las cuevas y las cavernas, algo que por ejemplo no hay en el Mar Rojo. Aquí, cuando sabes en qué sitios hay que buscar la vida resulta muy interesante. Por ejemplo, en ningún sitio como Menorca he visto tantos pulpos.


¿Goza de buena salud el Mediterráneo?

—La vida va bajando con el paso del tiempo. Resulta fácil decir que es como consecuencia del calentamiento global y el efecto invernadero, pero no creo que sea solo por eso; la basura tiene mucho que ver y el exceso de buceadores en un mismo sitio también.


Tengo entendido que tiene una especialidad predilección por las medusas. Temidas por todo el mundo, a usted le fascinan.

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—Sí, las primeras semanas que estuve buceando en Menorca no vi ninguna, pero un día me picó una, no la llegué a ver pero sí sentí su dolor, fue como una descarga eléctrica. Aquello me despertó el interés por saber por qué dolía y comencé a investigar y a descubrir diferentes tipos de medusas y estudiarlas. Empecé con trabajos fotográficos sobre esa especie, una actividad que realizaba ya desde hacía años con tiburones, ballenas, mantas rayas y pecios también. Así fui haciendo una colección de imágenes pero más como artista, siempre pensaba que la siguiente foto tenía que ser mejor que la anterior.


¿Ha encontrado ejemplares espectaculares?

—Sí, a veces en invierno puedes dar con medusas que son muy raras. Ejemplares que no es fácil encontrar en un libro, por eso cuando las encuentras tienes que enviar las fotografías para que las analice algún experto. Pero no solo con las medusas; en 2010 encontré durante una inmersión nocturna en Cala es Morts un ejemplar de cangrejo de una especie muy extraña, el paragalene longicrura. Tengo libros que solo son de cangrejos pero en ninguno de ellos encontré nada que se le pareciera. Así que envíe la imagen a un experto en guías sobre la vida subacuática. Tardó en contestar, pero me dijo que era la primera foto de ese tipo de cangrejo, que normalmente vive a una profundidad de 200 metros y del que solo se tiene un ejemplar disecado. Nosotros lo encontramos a una profundidad de 18 metros.


¿Cuál es su sitio favorito de la Isla para bucear?

—Aquí, en Punta Grossa, la zona que se conoce como 'Queso Suizo', aunque oficialmente es Cala es Morts. Es un lugar perfecto para gente con y sin experiencia en el buceo, también para los que les gusta meterse en cuevas. No es la zona de la Isla en la que hay más vida, pero siempre hay sorpresas.


¿Se sigue dedicando profesionalmente al mundo del buceo?

—Ya no. Cuando llegué presté servicios en un centro y unos años después monté mi propia pequeña empresa de buceo. Pero por cuestiones de salud tuve que dejar de bucear cada día, y me centré más en la fotografía y los reportajes documentales con el proyecto Mare Nostrum Photography. Ahora, en colaboración con mi pareja, escribo artículos sobre Menorca que se publican en revistas especializadas de muchos países. Ya no doy clases buceo, pero sí quiero hacer talleres para gente que quiere aprender a hacer fotografía submarina. También tenemos una tienda especializada en la venta de material de buceo y artículos para la playa en un hotel.


¿Sigue buceando por placer?

—Sí, pero no a diario. Las recomendaciones es que no lo haga como antes, cuando tienes 20 años todo es diferente. Hay que tener en cuenta que llevo ya más de 11.000 inmersiones, y eso es mucho. El nitrógeno que entra y sale de tu cuerpo puede pasar factura. Es mejor bajar el ritmo de cara a disfrutar de una mejor vida, me tengo que cuidar más. Ahora todo es más tranquilo.


¿Tuvo claro siempre lo de quedarse a vivir en Menorca?

—La idea inicial era pasar solo medio año, trabajar en los cruceros de mi amigo y ya está. Pero descubrí un lugar muy tranquilo. Es verdad es que en agosto las cosas cambian, pero aquí todo tiene un ritmo muy diferente. La tranquilidad del invierno me gusta. Mi pareja también está muy enamorada de la Isla. Estamos muy contentos. Nuestros planes de futuro pasan por aquí, aunque la temporada de trabajo es muy corta.

¿Se podría promocionar más y mejor la Isla como un destino de buceo o ya hay demasiada gente?

—Más quez intentar hacer crecer el número de visitantes en una época del año hay que procurar alargar el tiempo de la temporada. Aquí, en Arenal d'en Castell el 15 de octubre prácticamente todo está cerrado. La diferencia de clima entre Mallorca y Menorca es mínima, pero allí si funciona el turismo más tiempo. Con tres meses en los que se concentra todo el turismo se pueden estropear muchas cosas, cuando pasas un límite hay como un colapso.


¿Sería posible hacer turismo de buceo durante todo el año?

—La Isla es pequeña, pero cuando hay tramontana puedes coger el coche y en media hora estás en la costa sur, aunque el problema es la temperatura del mar en invierno. A los turistas no les gusta bucear con trajes gruesos, que además son más caros para los centros de buceo. Es un tipo de turismo que no funcionaría durante todo el año, pero podríamos intentar comenzar la temporada en abril, y no en mayo, y terminarla a finales de noviembre y no de octubre. Creo que dos meses más sería muy positivos para la Isla. El problema para muchos turistas es la falta de vuelos directos.


¿Cree que está suficientemente protegido el mar en la Isla?

—El tema de las reservas marinas es un poco complicado. Creo que algunas zonas tendrían que rotar, proteger zonas en diferentes épocas.


Está a punto de cumplir 18 años aquí. Dejando de una lado la familia, ¿qué es lo que más echa de menos de su país?

—Echo de menos tiendas (risas). A veces es complicado encontrar algunas cosas y muchas resultan más caras que en la Península. Por ejemplo, una tienda como Media Markt en la Isla será fantástico, pero claro también se resentiría el pequeño comercio, y eso tampoco me gusta.