Imagen del centro comercial en el que se encontraban Antònia Camps y Ramón Verdú. | R.V.

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«Fue una pesadilla». Así relata la alcaldesa de Es Migjorn Gran, Antònia Camps, la experiencia vivida, junto a su marido, el concejal Ramón Verdú, en la localidad valenciana Alfafar, en plena zona cero de la DANA que ha asolado la región. La pareja se encontraba de vacaciones cuando se vieron sorprendidos por una riada que les hizo temer seriamente por su vida.

Todo comenzó el martes por la tarde, cuando los menorquines se encontraban en un Leroy Merlin ubicado dentro de una amplia zona comercial. Mientras estaban realizando las compras, escucharon por megafonía una señal de alarma y un mensaje que pedía a todo el mundo que abandonara el edificio.

Así lo hicieron Camps y Verdú, quienes se dirigieron al aparcamiento para recoger su vehículo, pero no tardaron en darse cuenta de que el problema era mayor de lo que en principio pensaban. Relata Verdú que vieron cómo brotaba agua en grandes cantidades: «Pensé que se había roto una tubería, pero pronto nos dimos cuenta de que era algo mucho más grande». «Parecían olas», añadía su esposa desde el hotel en el que se alojan ahora a salvo en Valencia capital, a la espera de poder regresar a Menorca.

El volumen de agua les hizo refugiarse de nuevo en Leroy Merlin, pero las cosas empezaron a complicarse cuando el agua les llegó a las rodillas. Pocos minutos después y ante el temor de que el techo cediera, se evacuó al centenar de personas que allí se refugiaban a otra nave del área comercial, a la que se llegaron sirviéndose de una cuerda ya con el agua al cuello. Ese, relatan fue uno de los momentos más críticos, pero una vez lograron escapar se refugiaron en la azotea del otro edificio. Allí pasaron toda la noche y contemplaron la magnitud del desastre. «Vimos gente pidiendo socorro desde los coches, pero no pudimos hacer nada», rememora Camps con impotencia.

La alcaldesa está convencida de que «si en el momento que salimos del centro comercial se nos hubiera ocurrido coger el coche, estoy segura de que la riada nos habría arrastrado». Al respecto, su marido añade que «si llegamos a salir cinco minutos antes, ahora no estaría hablando contigo». Con la voz quebrada por la emoción, y un buen número de imágenes difíciles de borrar «y de las que me acordaré toda vida», Verdú relata cómo se dio cuenta de como en apenas unos minutos «se te puede ir la vida».

El apunte

Una odisea de tres días, 10 kilómetros a pie y prácticamente incomunicados

Tras pasar la noche refugiados, aunque a la intemperie, en la azotea de una nave, únicamente protegidos por unas mantas, Antònia Camps y Ramón Verdú abandonaron el lugar a las 6.30 de la mañana. Se dirigieron hasta el hotel en el que se alojaban, donde todavía inundado no encontraron a nadie. «No había agua, luz, ni teníamos comida», rememora la alcaldesa. Al comprobar el jueves que la cosa no mejoraba, «llenos de fango», caminaron 10 kilómetros hasta que pudieron coger un autobús y llegaron a Valencia. Allí alquilaron un coche con el que regresaron, con dificultad, al hotel para recoger sus pertenencias. Un periodo que vivieron con angustia porque, aunque al principio pudieron contactar con la familia para informar de que estaban a salvo, comunicarse no fue una tarea fácil.