Carla Gener, concejal de Igualdad. | J. BAGUR G.

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Carla Gener, regidora de Igualdad del Ayuntamiento de Ciutadella, publica esta semana un artículo en la revista digital «Sinpermiso, república y socialismo también    para el siglo XXI», en el que vincula las fiestas de Sant Joan con el sistema de vasallaje del franquismo.

Bajo el título «La fiesta de Sant Joan de Ciutadella de Menorca, el franquismo, la nobleza: una forma de deformar la verdad», Gener cuestiona que la celebración sea de los campesinos y los caballos, «los verdaderos protagonistas controlan en la sombra todo lo que rodea la fiesta. La nobleza de Ciutadella, pese a su clara decadencia, junto a los nuevos terratenientes, continúa compartiendo la esfera de poder del pueblo».

Niega que Sant Joan sea una recreación, «los nobles siguen siendo nobles, el vasallaje continúa y las mujeres seguimos siendo relegadas al papel invisibilizado». Es aquí donde apela al pasado franquista en Menorca como último resquicio republicano de Balears. «La nobleza fue clave en la caída de la Menorca republicana, por esa razón de alguna manera se la premió», escribe la edil.

Estima que cargar la fiesta patronal de simbología y controlarla    fue «clave para poder establecer el control de la mejor manera posible, con la complicidad del pueblo», lo que sucedió no solo con Sant Joan, sino que «el franquismo se apoderó de todo el folklore para someterlo a su servicio».

Fue en 1946 cuando la fiesta    pasa a manos de la nobleza, a su servicio con la creación de la junta de nobles «y así indirectamente al servicio del Régimen», señala la concejala de Unidas Podemos. En este punto se refiere a Josep Pons Lluc como «un señor del Régimen» por la tradición oral que él compactó en 1977 «descartando lo que no le interesaba». Esa tradición pretendía crear un inmovilismo viendo como el postfranquismo y la democracia amenazaban con poner en el punto de mira la estamental sociedad que construía Sant Joan, que en la práctica se traducía en mantener el privilegio de las clases acomodadas». El vasallaje se potenciaba con la escenificación de la qualcada precedida por el trabajo de todo el año de los campesinos en las tierras de los señores, señala.

Gener se refiere al concepto de «bon ciutadellenc y bon santjoaner» que vincula «intencionadamente» Pons Lluch para que quien lo cuestione sea señalado como «mal santjoaner y por tanto mal ciutadellenc», y así perpetúan su poder y el control de la fiesta, añade.

Para Gener esta es la causa por la que las mujeres siguen sin salir en Sant Joan. «Es el ciclo que empezó con el franquismo el que se cierra con ellas imposibilitando el ejercicio de sus derechos». Que el debate sea silenciado con la complicidad del Ayuntamiento y cargos públicos es el último intento para mantener «la inmovilidad del (des)orden en Sant Joan. Permitir la participación de la mujer en la qualcada, escribe, «podría conducir a la democratización de la fiesta y acabar con los privilegios de la clase acomodada, entre ellos el negocio de favores que implica muchas veces la elección de cargos en cada bienio».