Francesc Conesa, durante su intervención en Salamanca | Ecclesia Digital

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El obispo de Menorca, Francesc Conesa Ferrer, afirma que «el lenguaje de la fe se habla de muchas maneras, no es unívoco, es el mismo lenguaje ordinario usado con una finalidad determinada para hablar de una realidad que trasciende».

Conesa ha dado a conocer estas reflexiones en la Facultad de Filosofía de la Universidad Pontificia de Salamanca, en el transcurso de los actos celebrados en honor de Santa Catalina. Después de la celebración eucaristía el prelado de Menorca ha pronunciado la conferencia titulada «Hablar el lenguaje de la fe», según informa «Ecclesia Digital».

Según el obispo de Menorca, «la narración y la reflexión, la poesía y la oración, suplicar, rezar, confesar los pecados, predicar un sermón, recitar, impartir catequesis, hablar sobre el más allá…y entre todos hay algo que los identifica (…) El lenguaje teológico está en un segundo nivel, al servicio del lenguaje de la fe». Para monseñor Conesa Ferrer, «hemos aprendido en la Iglesia, como madre que nos enseña pacientemente a hablar este lenguaje para introducirnos en la vida de fe con Dios».

El prelado se ha referido a la singularidad del lenguaje de la fe y ha explicado sus rasgos definitorios. Recurre al símbolo y a la metáfora: «El simbolismo es un lenguaje adecuado para hablar de determinadas realidades que no pueden ser captadas», y se basa en la analogía con las realidades humanas: «La mayor parte de la tradición filosófica dice que podemos hablar literalmente de Dios pero de modo analógico». Para el obispo Francesc Conesa, hay otros elementos que también forman parte del lenguaje de la fe: la narración y el testimonio, el canto y la poesía: «No vale con un discurso conceptual para expresar quién es Dios, con el canto se potencia la palabra y se crea comunidad».

Ha preguntado a los asistentes cómo transmitir el lenguaje de la fe y ha ofrecido varias propuestas: «Insertarse en la comunidad que habla el lenguaje de la fe, porque el lenguaje es una realidad social y en cuyo contexto resulta significativo. Y es uno de los puntos más débiles: los niños van a catequesis y les enseñamos el lenguaje de la fe, pero no se insertan en la vida de la comunidad».