Albert Moragues en la biblioteca de la Fundació en Maó

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Un año y ocho meses ha permanecido Albert Moragues al frente de la Fundació Rubió i Tudurí, un tiempo en el que no ha logrado uno de los objetivos que se marcó cuando aceptó el cargo: acabar con la «guerra interna» entre la familia del mecenas y fundador, Fernando Rubió, y el patronato de la entidad que creó en 1987. El expolítico socialista hizo efectiva su dimisión el pasado martes, al conocer que se había abierto un nuevo enfrentamiento entre la familia Rubió y el actual inquilino de la finca, Dimitri Sturdza, con una denuncia policial de por medio.

Era una dimisión anunciada, ya que el propio Moragues confirmó ayer que había comunicado al patronato su decisión irrevocable el pasado 19 de mayo, pero que siguió al frente de la entidad para dejar resueltas cuestiones pendientes, como el cierre de las cuentas anuales y la revisión del contrato de alquiler con Mongofre World Heritage SL para que obtenga el visto bueno del Protectorado de Fundaciones del Govern balear. Moragues confesó ayer sentirse «cansado» del conflicto casi permanente con los descendientes de Fernando Rubió, que él asegura haber intentado resolver sin éxito. «Hasta aquí he llegado, no voy a seguir dando la cara», afirma que sintió cuando se le comunicó la nueva denuncia presentada ante la Policía Nacional por dos miembros de la familia que -alegaron- no habían podido entrar en la finca de Mongofra por hallarse la barrera cerrada con candados pese a que, según su versión, habían anunciado que irían a la casa.