Tanvir. Tras pasar por diversas ciudades españolas, recaló en Menorca para trabajar en las obras del proyecto en el solar del Hotel Esmeralda en 2009. Ocho años después,tras montar sus negocios de hostelería, tiene muy claro que su futuro está aquí. | Josep Bagur Gomila

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Confiesa que en realidad hay pocas cosas que eche de menos de su país; presume Tanvir de ser una persona con una gran capacidad para adaptarse a nuevas situaciones y desempeñar un buen número de profesiones. Cuando cumplió 18 años se fue de casa, y desde entonces ha pasado por muchos destinos hasta que recaló en Menorca, un lugar en el que aterrizó en 2009 y que por lo que cuenta parece ser el definitivo.

Su llegada a Menorca es en realidad la culminación de un largo viaje.
— La verdad es que desde que era un niño siempre me ha gustado viajar. Cuando terminé mis estudios, me lancé. A los 18 años me fui a Dubai, donde estaban viviendo mi tío y mi hermano, y trabajé durante cuatro años como encargado de una empresa. Luego volví a mi tierra, pero no tardé demasiado en emprender un nuevo viaje. Desde entonces he vivido siempre fuera de mi país.

¿Qué le trae a España?
— Antes de llegar aquí estuve también una temporada en Francia, pero la vida en París no me acabó de convencer, un lugar con demasiado ajetreo para mí. Al principio, vivir en esa ciudad era mi sueño, pero no me gustó la experiencia. De allí me fui a Logroño, donde tenía familia.

Veo que viene de una familia de inmigrantes.
— Sí. Somos siete hermanos, yo el pequeño de todos, y tres de ellos todavía viven en Pakistán. El resto estamos fuera, en Francia, en Bilbao y en Arabia Saudí. Pertenecemos a una familia de clase media con estudios. Después de Logroño me fui moviendo por temas de trabajo, viví dos años en Bilbao y luego en Canarias y Andorra.

Y finalmente Menorca.
— Sí, estaba en Bilbao y uno de mis amigos me llamó para trabajar aquí. Me dijo que era un lugar muy bonito y tranquilo. Además, el clima es exactamente igual que el de mi región en Pakistán, el mismo, en todas las estaciones. Así que decidí quedarme.

¿Cómo fue su adaptación a la Isla?
— Al principio fue todo un poco extraño, ya que yo había aprendido a hablar castellano, e incluso un poco de euskera, y me di cuenta de que aquí se hablaba otro idioma, y no me lo esperaba. Me pareció extraño al tratarse de un territorio tan pequeño. Pero la realidad en que cuando llevaba una semana en Menorca ya estaba acostumbrado y me empezó a gustar. Luego recorrí la Isla y me dediqué a conocer todos los pueblos, y me gustó mucho. Una vez que me encontré bien, comencé con mis negocios.

Pero antes de eso trabajó en otras cosas.
— Como era oficial de primera en construcción me contrataron para las obras del antiguo Hotel Esmeralda. Allí trabajé durante unos meses, y al llegar el verano abrí mi propio negocio, un kebab.

¿Tenía experiencia de en el mundo de la restauración?
— Sí. Había trabajado en el sector un poco. Pero como también soy economista y bastante manitas, decidí lanzarme. Soy un hombre bastante emprendedor, mi hobby es hacer cosas y aprender.

Sin embargo, el kebab no es un producto autóctono de su país.
— No, es de Estambul; pero lo que ocurre es que como en Alemania hay muchos turcos, es un producto que desde allí se ha extendido al resto del mundo. Al principio nos costó un poco, porque no se trata de una comida tan conocido como en otras ciudades de la Península. Pero ahora va bien, de hecho regento dos locales y tenemos bastante clientela.

No obstante, cuando llegó al país estaba en el medio de una cruda crisis. ¿Supuso algún problema?
— Nunca. Siempre tuve trabajo. Yo creo que si alguien está dispuesto a trabajar se lucha por ello. Es un tema sobre el que siempre debato mucho. A veces se ponen demasiadas excusas. Lo que sí es cierto es que durante la crisis se rebajaron los sueldos. Lo importante es estar formado. En mi caso tengo la suerte de tener muchas profesiones y muchas ganas de luchar. La verdad es que nunca me han faltado ofertas.

¿Se siente bien en la Isla?
— Me siento muy bien acogido en Menorca.

¿Qué es lo que más le gusta de vivir aquí?
— El clima, el mar y la tranquilidad.

Una tierra que también ha llamado la atención de sus familiares.
— Sí, siempre invito a familiares y amigos a que me vengan a visitar. Y desde hace un año y medio mi sobrino, Labib Asfaq, vive y trabaja aquí conmigo, después de haber vivido siete años en el País Vasco.

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Labib: — Cuando llegué, que era invierno, todo me parecía un poco raro, no estaba acostumbrado a vivir en un lugar con tan poca gente. Fue como un pequeño shock, pero luego, después de la adaptación, en verano cuando empezaron a llegar los turista me gustó mucho más. Me gusta conocer gente. Así que me puse a trabajar con mi tío. Me han recibido con los brazos abiertos. Estoy bien aquí, pero también me apetece ir a ver a mi familia.

Al hilo de eso, Tanvir, ¿regresa a menudo a su país?
— Hace poco estuve tres meses en mi tierra, después de cuatro años sin pisar Pakistán.

¿Cómo están las cosas por allí?
— Si escuchamos la radio y la televisión es otro mundo, pero cuando pisas el lugar te das cuenta de que hay mucha normalidad, tal y como ocurre aquí. La calidad de vida es un poco menor, pero se está bien. Al menos, en nuestra región, Punjab, la cosa está tranquila.

Pakistán es un país musulmán. ¿Es usted religioso?
— Sí soy religioso, nosotros vamos a rezar cada viernes a la mezquita en Ciutadella . Pero hay que dejar claro que ser religioso no tiene nada que ver con los yihadistas y los terroristas. Es un gran error creer que todos somos iguales, además en nuestro país es distinto, estamos en otro continente, somos asiáticos, de otra cultura. Ellos para nosotros también son malos, es algo que va más allá de la religión, están locos. En ninguna parte del Corán se dice que hay atacar, no está permitido.

Me cuentan que cuando viaja aprovecha para echar una mano a quienes más lo necesitan.
— Sí, siempre que vuelvo a mi tierra o alguna vez cuando he viajado a África por temas de trabajo. Cuando veo que hay gente que necesita ayuda, actúo. Y ahora cuando regresé a mi tierra hice grandes comidas y la repartí con la ayuda de mis familiares. Me gusta guardar el 10 por ciento de mis ganancias para la gente que lo necesita. Cada vez que tengo la oportunidad utilizo ese dinero, también aquí en la Isla.

¿Cuál es la clave para integrarse en una sociedad tan bien como usted lo ha hecho?
— Estar contento, trabajar, y luchar. Tener buena fe y, sobre todo, respetar, eso es muy importante. Si respetas, te respetan. La gente ya me conoce. Tengo muy buenos amigos.

¿Sus planes de futuro siguen pasando por Menorca?
— Yo, aquí, siempre.

¿Qué es lo que menos le gusta de Menorca?
— El ambiente del invierno.

Pero luego, en verano, llegan las fiestas como Sant Joan.
— Me gusta un montón. Y se da la casualidad de que en nuestro pueblos los caballos también participan en las fiestas y bailan al son de los tambores. Es muy parecido. Aunque claro, por Sant Joan tememos mucho trabajo, esos días no paramos.

Ahora venda turísticamente su región, Punjab, a los menorquines. ¿Por qué hay que visitarla?
— Nosotros somos de una zona de campo, pero también hay espacios de desierto y de nieve. Tenemos de todo. Lo único es que estamos lejos del mar, y eso ahora es algo que aprecio mucho. Antes tendría que viajar casi un día y medio, y ahora lo veo casi por la ventana.

Y qué me dice de la gastronomía.
— En casa cocinamos todos los días platos de mi país. Recetas más picantes y con especias.

¿Y no se ha planteado llevar esos platos a la carta de su negocio?
— Tengo en mente montar algún día un restaurante indio, pero aún no he encontrado el sitio adecuado.

¿Cuál es el secreto de un buen kebab?
— Hacer todos los pasos con el corazón y con buen gusto. Algo aplicable a cualquier comida.