Los comienzos no fueron fáciles. Acostumbrada a grandes ciudades, un lugar como Menorca parecía en principio demasiado pequeño para Vianey. «Al llegar pensé que no sabía muy bien cómo iba a poder vivir en un sitio así. Fue un shock», recuerda ahora, perfectamente acostumbrada al ritmo isleño.
¿Por qué Menorca?
— Por amor, conocí a Miguel y él vivía aquí. Fue después de una época en la que lo había pasado mal por culpa del divorcio. Mi familia está muy desperdigada por el mundo, mi madre vive en Nueva Zelanda; mi padre en Tulum, en la Riviera Maya, junto con uno de mis hermanos, el pequeño; y el mayor está en Amsterdam. Mis hijas en California, y yo aquí.
¿Cómo lo hacen en Navidad para reunirse?
— Eso es una de las cosas más tristes cuando te vas a un lugar tan lejos, la distancia con la familia. Pero para mí Menorca es ya como mi segundo hogar. Creo que he tenido la suerte de que aquí la gente me ha aceptado muy bien. Y la Isla como que no me quiere dejar ir.
¿A qué se refiere con eso?
— Pues a que estuvimos a punto de irnos, antes de abrir el nuevo restaurante Smoix. Ya teníamos prácticamente un pie en Tulum. La idea era un poco empezar de nuevo. Pero encontramos un nuevo local para el proyecto y en 15 días cambió mi vida, fue como si la Isla dijera, «pues no te vas». Y aquí me quedé, y creo que de momento va para buen rato así.
Pero no todo fue fácil.
— Sí, al principio tuve que enfrentarme a problemas como el del idioma. Ahora sí que entiendo bastante el menorquín, pero no lo hablo, no me atrevo. No sé si será por mi acento mexicano que cuando digo alguna palabra a la gente le hace gracia, y eso me da vergüenza y de algún modo me ha cortado en mi intención de querer hablarlo.
¿Qué le gustó del lugar?
— La calidad de vida que hay en esta Isla es difícil encontrarla en otros lugares. Me hace gracia cuando oigo a l a gente decir que se quieren ir porque es muy aburrida. Yo, la verdad, ahora veo que hay tanto que hacer aquí. Cuando voy California a ver a mis hijas, a la semana ya quiero regresar. Me encanta no necesitar tanto el coche; aquí me muevo en bicicleta. Doy mucho valor a la seguridad, prácticamente se podría dormir tan tranquilo con la puerta abierta. Me gusta que cuando mis hijas, que tienen 22 y 23 años, vienen de visita y salen de fiesta puedo dormir tranquila.
Lleva muchos años ya viviendo fuera de su país. ¿Por qué decidió abandonarlo?
— Cuando mis hijas eran pequeñas para mí era muy importante que hablarán otro idioma y por eso fuimos a Estados Unidos. Vivíamos en la frontera; yo crecí en una ciudad que se llama Mexicali. San Diego quedaba a unas dos horas, e íbamos y veníamos continuamente. En un momento dado, cuando comenzó a haber un poco de inseguridad en la zona en que vivíamos decidimos mudarnos a California.
Una época en la que no había tantas trabas para obtener el permiso de residencia.
— Mi marido tenía allí negocios y accedimos con una visa de trabajo. Pero al divorciarme perdí mis derechos en ese sentido y tuve que regresar a México. También tengo nacionalidad española porque mi abuela era de Murcia, y mi padre fue uno de los llamados «niños de la guerra». Ella ya estaba con mi abuelo, que era general de la armada mexicana. Vengo de una familia de guerreros, mi bisabuelo era el general Ángeles, uno de los generales más importantes en la historia de México, era prácticamente la mano derecha de Pancho Villa.
O sea, que también tiene raíces españolas.
— Sí, pero es curioso, porque tramité mi nacionalidad española sin saber que acabaría aquí. Por otra parte, desde bien pequeña he viajado mucho a España, especialmente a Sant Pol de Mar, donde tenía familiares y veníamos a veranear. Nunca me había planteado vivir en España, para mí era un lugar como de vacaciones.
Y hablando de nacionalidades y fronteras. ¿Qué le parece la idea de Donald Trump de levantar un muro?
— La verdad es que es algo que todavía no me lo puedo creer. Yo crecí cruzando la frontera, lo he vivido. La gente en la frontera estamos prácticamente acostumbrados a vivir del comercio estadounidense, hay una dependencia total del sistema americano. Que nos digan que van a levantar una muralla es un shock porque estamos hablando de ciudades fronterizas que han convivido durante muchos años. En México tendemos a dar un valor agregado a todo lo que viene fuera de nuestro país y no valoramos tanto lo nuestro.
¿Cuál es el sentir general en el país?
— Muchos mexicanos estamos ofendidos e indignados. Lo peor es que nos quieran tratar como si fuéramos delincuentes, cuando México ha aportado muchas cosas positivas a Estados Unidos. Hemos puesto nuestro granito y nos lo hemos ganado. Lo que más indigna a los ciudadanos de mi país es el trato de racismo que se nos está dando, porque este señor (Trump) lo que es es un racista. Las cosas que quiere hacer no tienen ningún fundamento; por mucho que trates de buscar una lógica no la encuentras. En ciudades fronterizas ha habido campañas muy fuertes y manifestaciones para que la gente deje de ir a Estados Unidos, para que realmente sientan allí la importancia que tienen los mexicanos. Pero claro, es un arma de doble filo, porque nuestra economía también depende de ese país.
Una situación complicada.
— Sí, pero quizás debería servir para que nosotros aprendamos a vivir de lo que tenemos, que nos apreciemos más y nos demos cuenta de que somos un país que no necesitamos de los dólares y de los gringos. Yo creo que México tiene mucho potencial para salir adelante, aunque tenemos algunas deficiencias, como nuestros políticos, los narcos.
¿Tiene nostalgia de su país?
— Antes viajaba más allí, ahora casi siempre voy a California. Pero me encanta mi país. Pese a lo que mucha gente pueda pensar, México es tan inseguro como cualquier ciudad grande en el resto del mundo. Es como todo, hay que saberse mover; hay horarios, hay barrios. Cuando viajo allí con españoles me fascina ver cómo se vuelven locos con nuestro país y nuestra cultura. Sí que extraño mucho la comida. Lo bueno es que Miguel ha aprendido a hacer alguna cosita de nuestra gastronomía. Cuando le conocí era una persona que nunca se había planteado conocer México, no le llamaba la atención, y ahora es un país que le encanta.
Cambiamos de tercio, hábleme de su faceta como blogger de moda.
— Fue una cosa que llegó muy tarde a mi vida, pero siempre me ha apasionado la moda y me hubiera encantado dedicarme a diseñar zapatos, de hecho acabo de diseñar unas abarcas para una firma que llevan mi nombre. El tema del blog (Instagram: @vianeiangeles) nació a través de una amiga de California me hablo de ese mundo, y ahora es como una adicción, es algo que me apasiona. Todo empezó como un hobby pero ahora quiero dar un paso más, un blog enfocado al estilo de vida y centrado también en Menorca, sus comercios, restaurantes y paisajes para todos los seguidores que tengo de otros lugares.
Tengo entendido que en México también tuvo su momento en la televisión.
— Sí, para mí fue una oportunidad increíble. Un día, una amiga que trabaja en comunicación se quedó sin su reportero de la sección de espectáculos y me ofreció una oportunidad. Yo vengo de una familia un poco artística. Mi tía estuvo casada con un Agustín Lara, uno de los compositores más importantes de México, mi madre fue modelo de joven y tengo que una tía que fue actriz. Yo crecí un poco viendo todo eso, y el día que me puse un micrófono en la mano fue como algo innato, me encantó. Me hubiera encantado dedicarme a ello más tiempo. Si me llamara, mañana mismo para volver a la tele o la radio, no lo dudaría.
Para finalizar, resuma su experiencia menorquina.
— Menorca es mi hogar ahora mismo, es una Isla que me ha robado el corazón en todos los aspectos, me encanta; disfruto mucho de sus paisajes, me ha enseñado mucho a disfrutar del momento, yo antes vivía en sitios donde todo iba muy acelerado. Menorca es un lugar perfecto para vivir contigo mismo y disfrutar. Aquí vivo con mucha paz.
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