Landbohøjskolens Have. En los famosos jardines de Copenhague cubiertos por la nieve | TANJA LUEBBERS

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Quería seguir con su formación académica al terminar la carrera pero no tenía recursos económicos, así que buscó su oportunidad en Dinamarca. Norman Martín, joven ingeniero agrícola, disfruta ahora de una ayuda pública y acaba de terminar un máster, pero para conseguirlo residió antes en un lugar más inhóspito que la capital del país donde sus gentes se declaran las más felices del mundo. En la península de Jutlandia, al norte del norte, en una granja cerca de Aalborg, comenzó esta etapa de su vida. Y admite que no fue fácil.

¿Cómo llegó a ordeñar vacas en una granja a casi 2.000 kilómetros de Menorca?
— La granja formaba parte de mis planes, para tener una primera experiencia cultural en el país, poder ahorrar para mis estudios y reunir los requisitos, como haber tenido un trabajo aquí, para poder optar a la formación superior gratuita, que aquí conceden a los daneses y europeos comunitarios cumpliendo una serie de condiciones, laborales y de tiempo previo residiendo en el país.

¿Y cómo fue esa experiencia?
— Entré a trabajar en esta granja de producción lechera a través de una agencia española que busca empleo en el extranjero. Trabajaba ordeñando vacas, cuidando de las instalaciones para el ganado y realizando todo tipo de tareas de granja. Fue el periodo más duro, ya que me encontré bastante solo.

¿Era una zona aislada?
— Fui a parar a un lugar en el que no me sentí nunca bien tratado, más bien se me utilizó como mano de obra barata, cuando se suponía que debía ser también una experiencia cultural. No tuve suerte por ese aspecto social, por la poca compañía y el trato, con poca empatía, pero tuve que aguantar los seis meses, necesitaba el dinero. Aunque quiero decir que para nada los daneses son así, eso fue un caso aislado. Además estaba en una zona remota y poco poblada, solo había granjas, y para llegar al supermercado más cercano tenía que recorrer 15 kilómetros en bicicleta. Esa soledad hace que no lo pases bien, no ayuda.

Imagino que sería un alivio conseguir hacer el máster e instalarse en Copenhague...
— ¡Claro! Llegar a la ciudad fue un shock, un cambio muy grande, casi como ir a otro país, volver a ver personas, relacionarte con gente... y volver a ser estudiante, porque llevaba dos años buscando la manera de seguir estudiando. Antes de irme a Dinamarca ya había pasado también seis meses en el Reino Unido para practicar inglés y ganar dinero para unos futuros estudios.

¿Qué pasó para que no lograra realizar su postgrado en España?
— Básicamente me fui por motivos económicos. Sentía la inquietud de formarme académicamente en el extranjero, pero lo que me forzó definitivamente a dar el paso fue terminar mi carrera en Barcelona, en 2011, y encontrarme con un panorama bastante difícil para progresar profesionalmente. Me puse como objetivo seguir formándome, pero en España a mitad de carrera ya me habían recortado la beca de movilidad por completo. Eso, sumado a la subida de los precios de los créditos de máster me imposibilitaba finaciarme los estudios con mis recursos.

¿Y por qué eligió Dinamarca?
— Aquí y en otros países nórdicos sus ciudadanos, solo por serlo, tienen la educación gratuita, también lo es para ciudadanos de la Unión Europea cumpliendo unos mínimos requisitos, por eso decidí encaminarme hacia Dinamarca.

¿En que se especializó?
— He realizado un máster en Desarrollo Agrícola, se trata de un programa en inglés, dedicado a formar profesionales para trabajar o investigar en el ámbito del desarrollo rural para países en desarrollo. Mi área de interés es la producción animal, en concreto, alternativas sostenibles para la nutrición animal. También porque ofrecen la oportunidad de obtener experiencia práctica a través del trabajo de campo, y he podido estar en dos proyectos internacionales, uno en Kenya y otro, sobre el que hice mi tesis, en Cuba.

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¿En qué consisten esas alternativas de nutrición para ganado?
— En la tesis de máster trabajé con una planta invasora en Cuba, que invade una quinta parte del territorio agrícola; hay bastantes problemas para su control y lo que se está intentando hacer es controlarla utilizándola para usos productivos, como es la alimentación del ganado. Lo que yo hice en ese caso es intentar encontrar un valor nutritivo -mediante ensayos alimentarios-, para cerdos, ya que esta planta, el marabú, es rica en proteínas. A eso es a lo que me gustaría dedicarme, pero ahora mismo todo depende de las oportunidades laborales.

¿Piensa que podría aplicar sus conocimientos en Menorca?
— Mi interés es trabajar en proyectos técnicos y en ganadería sostenible, y eso me llevó al máster que he estudiado. En Menorca, aunque hay ganadería, no creo que haya opciones adaptadas a mi perfil. En realidad parecer ser que no hay mucha demanda de ingenieros agrícolas, aunque tampoco he buscado mucho. Cuando adquieres cierto perfil profesional en la Isla no encuentras muchas oportunidades de lo que te has especializado, ese es un poco mi caso. Además, ahora mismo tanto en España como en Menorca, la agricultura y la ganadería se basan más en sistemas de producción intensivos.

Así que su intención es seguir en Dinamarca...
— Si me sale algo en España, bienvenido sea, pero ahora mismo no tengo ninguna preferencia, busco en cualquier país en el que me salga la oportunidad, porque se trata de un ámbito muy específico.

¿Está a gusto en Copenhague?
— Sí, la ciudad es divertida, primero porque te puedes mover en bicicleta por todos sitios, es pequeña, lo tienes todo a mano y hay mucha seguridad. Sorprende mucho el nivel de civismo y de organización que tienen, también el elevado nivel de inglés, incluso en gente mayor. En España estamos a años luz de ellos. Para hacer amistades, la barrera es más difícil de romper, lleva trabajo, pero una vez lo consigues ya está. Creo que es un concepto que tienen de mantener la distancia hasta que no conozcas bien a una persona, como un modo de seguridad.

¿Ha logrado romper el hielo?
— Yo me he sentido muy bien acogido, aparte de la primera experiencia negativa en la granja. Y en cuanto a mis amigos, la mayor parte son internacionales, debido al máster, y eso también ha sido una oportunidad de conocer gente de todo el mundo.

Dinamarca suele acaparar ránkings de países felices, pero últimamente se habla de él por sus duras políticas en la acogida a refugiados. Incluso se les confiscan bienes ¿qué opina?
— Mi percepción es que en Copenhague hay menos gente que ha votado a este gobierno, que está dominado por la extrema derecha, y están preocupados. Sus primeras decisiones han sido para reforzar las fronteras, y con la crisis de los refugiados, los controles son más estrictos. No están prohibiendo que entren refugiados pero con medidas como confiscarles los bienes les están metiendo miedo. En mi opinión, el islamismo ha sido la excusa perfecta para que algunos actúen según sus ideales.
(En Dinamarca el bloque de derechas incluidos ultraconservadores, arrebataron el gobierno al partido más votado, socialdemócrata).

¿Tienen miedo a perder ese Estado de bienestar que todos anhelamos?
— Es un tema un poco sensible, por ejemplo la concesión de becas y ayudas a europeos, noto que sí genera cierta indignación. Ven claramente que hay gente que viene a Dinamarca a formarse porque la educación es gratuita y piensan ¿por qué no se lo pagan en su país?

Pero yo creo que ellos también tienen una contrapartida positiva, reciben a gente ya formada, a los que España por ejemplo ha pagado toda su educación previa, y que con un par de años más de educación superior está lista para salir al mercado.