Carmen Vivó, junto a una de las piezas incluidas dentro de la sección ‘A 4Mans’, en la que madre e hijo combinaron su creatividad tomando como referencia a El Bosco.    | Katerina Pu

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«Yo pinto, pero lo que viene detrás me asusta». Esa es la razón por la que Carmen Vivó no ha participado esta semana en el montaje de la exposición que protagoniza junto a su hijo, Pepe Torrent Vivó (Ciutadella, 1975-Pisco, Perú, 2017), que lleva por título «Vivó-Torrent. Dues generacions, dues visions» y que hoy a mediodía se inaugura en El Roser.

La pintora descubrió el diseño que había preparado el comisario de la muestra, Carles Jiménez, ayer por la mañana. «Me ha impactado», reconoció nada más cruzar la puerta, con tan solo una visión panorámica, «y si impacta es bueno, porque no importa si es bonito o deja de serlo». A quienes conocieron a su hijo seguramente no les costaría imaginar la palabra que a buen seguro habría elegido para definir la muestra: «Brutal».

Vivó, posando en el Roser. | Katerina Pu

Carmen y Pepe eran madre e hijo, pero también amigos, y a lo largo de la vida desarrollaron una relación artística que trascendió a lo familiar. La exposición, que se puede visitar hasta el 22 de marzo y que después viajará a Centro de Arte Ca n'Oliver, en Maó, (del 4 de abril al 15 de junio), es una buena prueba de ello. Protagonizar un evento cultural como este, organizado por el Consell insular, representa para la pintora «algo mágico…» porque «formábamos un buen equipo».

El discurso expositivo se desarrolla en tres espacios diferenciados de la antigua iglesia. En el ala derecha, según se entra, se puede disfrutar de la evolución artística de Pepe, comenzando con sus dibujos en tinta, más cercanos al mundo del cómic, para después adentrase en sus diferentes etapas creativas, con algún toque surrealista en su etapa final.

A la izquierda, luce la colección de su madre, colorida y repleta de esa alegría tan característica, refugiada en el estilo naíf. Y en el centro, una tercera muestra, titulada a «A 4 Mans», en la que se exhiben las obras que realizaron conjuntamente, entre las que figura su particular interpretación de «El jardín de la delicias» de El Bosco.

Dos estilos diferentes pero con elementos en común. Carles Jiménez apunta al respecto que la propuesta artística de ambos tiene mucho que ver «con celebrar la vida en comunidad, sus obras son como cuadros de acción de gracias». De Carmen destaca su estilo naíf, un  tipo de pintura que bebe del arte rupestre, ya que sus creadores, como Vivó, «fueron autodidactas y encontraron en la pintura un camino para expresarse al margen». Un tipo de arte «muy intuitivo que prescinde de la perspectiva», explica.

Por otra parte, Torrent Vivó, con formación en Bella Artes, muestra una cara más académica. Explica el comisario al respecto que tenía «interés por desarrollar un lenguaje plástico con una vocación más creativa, mientras que la de Carmen es más testimonial y narrativa», cuyos cuadros, recuerda, entroncan con la tradición convirtiéndose en «heredera del costumbrismo menorquín» desde el enfoque naíf.

Una artista que sigue pintando a diario y asegura que todo lo que ha conseguido ha sido gracias al apoyo de su familia. «Sin ellos no haría nada, porque con la edad que tengo...». Cuando se le pregunta por la edad, resulta misión imposible: «Tengo un año más que el año pasado», concluye.