La vigésimo primera edición del Festival Internacional de Jazz de Menorca ya es historia. La celebración este sábado de su tradicional picnic musical, que ya cuenta con 17 ediciones a sus espaldas, puso el colofón a otra primavera en la que el jazz se ha repartido por diferentes escenarios de la Isla.
Preocupaban las previsiones de mal tiempo, pero la organización tuvo bien claro que la fiesta seguía adelante. Para ello buscaron una alternativa a cubierto próxima al Palmeral de Cala en Blanes, donde se instaló el escenario, aunque al final la anunciada lluvia no hizo acto de presencia.
Sin embargo, la jornada nublada y el estreno de ubicación no lograron «restar público» al minifestival de clausura, tal y como explicó el presidente de la entidad organizadora, Bernat Casasnovas. Según las estimaciones facilitadas desde Jazz Obert, a lo largo de toda la jornada pasaron por el picnic musical algo más de un millar de personas.
A la hora de la comida se encargó de abrir el espectáculo LaJonkollective, una agradable sorpresa musical llegada desde Barcelona y en cuyo repertorio, además del jazz, el funk también tuvo su protagonismo. Tradicionalmente ha sido el Vega Jazz un espacio en el que se ha reservado un espacio para las bandas locales, y este año no podía ser menos. La cuota menorquina estuvo representada por la Back Yaad Band, un colectivo nacido el año pasado en torno a la música reagge que puso a bailar a prácticamente todo el público.
Tras su paseo musical el día anterior a lomos de bicicletas, se encargó de despedir el «Menorca Jazz» hasta el año que viene LaDinamo, que en su versión estática hizo saltar a los asistentes en la recta final. El colofón perfecto para una fiesta capaz de hacer frente a las adversidades y refrendar su estatus como el evento más popular y divertido del festival.
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