Partido del equipo femenino del Estudiantes disputado en el Antonio Magariños.  | MOVISTAR ESTUDIANTES

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«El Movistar Arena es un pabellón al que los chicos les gusta jugar ahí, pero el Magariños es magia. Es un pabellón con muchísima historia, probablemente uno de esos sitios emblemáticos del baloncesto nacional», declaraba Javi Zamora en la rueda de prensa previa al partido que enfrentará al Hestia Menorca con el Movistar Estudiantes este domingo (12h.)

El doble concierto en el Movistar Arena del artista mallorquín Rels B este fin de semana obliga al conjunto colegial a desplazar toda su logística de forma temporal al mítico Polideportivo Antonio Magariños. Por lo tanto, otro madrileño nieto de una gallega, como lo era el padre de Estudiantes, protagonizará un partido que, si ya de por sí era especial, lo será aún más por el escenario. Hablamos, como no, de Javi Zamora.

Toda una vida

El entrenador del Hestia Menorca dio sus primeros pasos como preparador del Estudiantes en la mítica Nevera, como también se le conoce. Como director de la cantera colegial entrenó durante cinco años al equipo EBA, al que ascendió a LEB Plata en 2019, y dirigió otros cuatro al junior, con el cual se proclamó campeón autonómico en 2018.

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Fue en el Magata donde coincidió con la extraordinaria generación 2000 y se convirtió en el padre deportivo de los Dovydas Giedraitis, Álex Tamayo, Andriy Grytsak, Adams Sola, Diego Alderete o Nacho Arroyo. No es casualidad que prácticamente todos ellos hayan recalado en la Isla, como es el caso también de los Emil Stoilov, Héctor Alderete o Pablo Longarela.

«Durante casi 10 años ha sido el lugar en el que hemos pasado gran parte de nuestro día a día y en el que hemos vivido un sinfín de experiencias. Hemos crecido deportivamente y hemos cumplido con alguno de nuestros sueños», afirma Zamora, quien no se olvida de la «gran familia» que forma el Estu.

«Las personas que trabajan allí hacen del pabellón uno de los lugares más especiales que existen en la historia del baloncesto. Echo mucho de menos a Mus y nuestras charlas de cualquier cosa y a cualquier hora en la garita donde empieza y acaba el día», rememora.

Por último, el preparador madrileño recuerda la particular filosofía estudiantil. «El pabellón cuyo nombre le hace honor no se puede entender sin hablar del Ramiro de Maeztu. Es la cuna de la institución y donde afición, profesionales y cantera conviven en un ambiente único y que no se puede ver en ningún otro club del mundo», concluye.