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La tormenta Daniel, formada a partir de un sistema de baja presión el 4 de septiembre de 2023, evolucionó rápidamente en el corazón del Mediterráneo hasta convertirse en un medicán, un ciclón mediterráneo con características propias.

Durante su trayectoria, dejó a su paso precipitaciones sin precedentes: en Grecia se acumularon más de 700 litros por metro cuadrado en apenas 18 horas, mientras que en Libia se registraron 414 litros en un solo día en la ciudad de Al-Bayda. Estas lluvias extremas provocaron el colapso de infraestructuras críticas, desencadenando una catástrofe humanitaria. La huella fue devastadora, con un número de víctimas mortales que osciló entre 4.000 y 10.000 y daños económicos que superaron los 20.000 millones de dólares.

Un estudio publicado en la prestigiosa revista Climate ans Atmospheric Science, en el que han participado investigadores del Institut Mediterrani d’Estudis Avançats (Imedea) y la UIB, identifica las elevadas temperaturas del Mar Mediterráneo, que alcanzaron anomalías de hasta 5,5 grados centígrados por encima de la media histórica en algunas zonas, como el principal factor que intensificó la tormenta. Estas temperaturas proporcionaron energía y humedad adicionales que potenciaron la intensidad del ciclón y sus precipitaciones extremas.

Para entender el impacto de las altas temperaturas del Mediterráneo en la tormenta Daniel, los científicos usaron un modelo climático llamado Weather Research and Forecasting. Este modelo permitió simular dos escenarios: uno con las condiciones reales de 2023 y otro eliminando el efecto del calentamiento global en la temperatura de la superficie del mar.

Las conclusiones han sido muy claras. Las altas temperaturas añadieron más humedad al aire, generando lluvias nunca vistas antes, especialmente intensas y devastadoras. En Grecia, las precipitaciones rompieron récords históricos, mientras que en Libia, donde la tormenta alcanzó características tropicales, las lluvias fueron aún más destructivas.

En segundo lugar, los investigadores confirmaron que el calentamiento global fue un factor clave y determinante en las temperaturas extremas del Mediterráneo, intensificando tanto la fuerza como los daños de la tormenta. Sin estas anomalías de temperatura, la tormenta habría sido mucho menos severa.

En tercer lugar, el modelo climático logró reproducir con exactitud los patrones de lluvia registrados durante la tormenta, lo que valida la metodología y destaca la importancia de estas herramientas para anticipar fenómenos extremos.

El Mediterráneo ha experimentado un aumento sostenido de las temperaturas en los últimos años, con récords consecutivos durante los meses cálidos de 2022 y 2023. Este calentamiento no sólo intensifica las tormentas tropicalizadas como Daniel, sino que también amplifica otros fenómenos extremos, como las olas de calor y las precipitaciones intensas en Europa central.

Daniel Argüeso, uno de los autores del estudio y profesor de Física de la Terra en la UIB, afirma que «sin unas temperaturas del mar tan altas, la tormenta Daniel no habría generado unas lluvias tan extraordinariamente intensas».

El apunte

El reto urgente de la adaptación a un nuevo paradigma climático

El equipo investigador destaca la urgencia de mejorar los modelos climáticos para incluir interacciones aire-mar en tiempo real, incrementar la cooperación internacional para compartir datos meteorológicos y mejorar la previsión y la respuesta a eventos extremos, y profundizar en la investigación sobre el papel de la temperatura de la superficie del mar en otros fenómenos, como las lluvias extremas en Europa central o los ciclones tropicales en otras regiones. Así, el Mediterráneo tiene el reto de adaptarse a este nuevo paradigma climático.