Ahora se notan los efectos de las masivas privatizaciones de los años 90 en plena crisis económica. Los sucesivos gobiernos recortaron gastos en diversos servicios, aunque consiguieron mantener baja la deuda pública que actualmente está en el 36% del PIB.
Tras los balbuceos de los conservadores fueron los socialdemócratas los que, en 1994, crearon los «cheques educación» que permiten a los padres de los alumnos elegir entre la escuela pública o la concertada. «Libertad de elección» la llaman. Los centros educativos, gestionados privadamente pero financiados con dinero público, acogen a uno de cada cinco alumnos. En la sanidad ocurre algo similar, al recurrir muchos ciudadanos a los seguros privados para poder ser atendidos más rápidamente en centros sanitarios financiados en gran medida por los contribuyentes. El mantenimiento de las infraestructuras ha sido mínimo. El sistema ferroviario -con 50 gestores privados- sufre continuas averías.
El Gobierno planea elevar los límites a la energía nuclear. Estudian reiniciar reactores cerrados y construir pequeñas plantas, que necesitarán al menos diez años para su puesta en marcha debido a las condiciones de seguridad exigidas tras los accidentes de Chernobyl y Fukushima.
El reciente descubrimiento del mayor depósito de tierras raras de la Unión Europea cerca de la mina de hierro de Kiruna, en Laponia, es una gran noticia para Suecia y para la «transición verde» puesto que permitirá reducir la dependencia de China para la obtención de los minerales necesarios para para la producción de vehículos eléctricos y aerogeneradores eólicos. En el asunto más importante para el futuro, la entrada de Suecia en la OTAN, Gobierno y oposición quieren que el proceso de adhesión siga adelante y están de acuerdo en no hacer más concesiones a Erdogan, en sus exigencias de entrega de militantes kurdos- terroristas según Turquía-, denegadas por los tribunales, con el irrefutable argumento de que en ese país la justicia es independiente del gobierno.
La presidencia sueca se resiste al pacto que propone la UE sobre migración por las presiones de los ultraderechistas Demócratas Suecos, aunque apoyan la ayuda a refugiados ucranianos. Están a favor del incremento de la ayuda militar a Ucrania. Son partidarios de que el poder resida en el Consejo y se muestran reticentes a las masivas ayudas estatales, que propone la Comisión, para contrarrestar los subsidios a la energía verde y a la digitalización en Estados Unidos. Estos «puritanos del libre mercado», según un conocido analista económico, han tomado el control, justo cuando los intervencionistas –entre los cuales España ocupa un lugar destacado– han prometido ingentes ayudas estatales. Kristersson cree en el mercado único europeo y en la libre competencia. Intenta compaginar su tolerancia de las medidas intervencionistas a corto plazo, especialmente las que pretenden la descarbonización, con su defensa del incremento de la competencia a largo plazo.
Van a ser unos meses duros para los liberales suecos. Y no solo para los del partido de ese nombre, que forman parte de la coalición gobernante, que no parecen dispuestos a dejar el camino expedito a las previsibles propuestas intervencionistas de la presidencia española.