En Suecia la alianza «burguesa», dirigida por el conservador Ulf Kristersson y apoyada por la extrema derecha, en el poder tras elecciones del pasado mes de septiembre, se enfrenta a un cierto desencanto de la población. Las encuestas señalan que si se repitieran hoy las elecciones las volvería a ganar el partido socialdemócrata -que no pudo gobernar, aunque obtuvo el 34% de los votos-. Como en el resto de Europa, las quejas surgen a causa de la inflación, superior al 11%, especialmente en el campo de la energía, del combustible para el automóvil. La carne y la leche que se han disparado con incrementos de un 25%.
Los altos tipos de interés, que continúan al alza, afectan al 30% de las viviendas hipotecadas, un porcentaje muy alto en la Europa central y del norte. Los suecos han descubierto que «se hace campaña con poesía, pero se gobierna en prosa». La violencia, muy presente durante la campaña electoral, no ha disminuido y la desigualdad entre la población, continúan aumentando.
El sistema fiscal no ha sido tocado. El IRPF, con un tipo único del 30% hasta los 54.000 euros anuales, que va íntegramente a los ayuntamientos, puede aumentar hasta el 50% -la diferencia la administra la Administración Central-. Los beneficios de las empresas cotizan al 30%, pero no hay impuestos a la riqueza ni a las herencias. Suecia es uno de los países con más multimillonarios -más de 1.000 millones de euros- de Europa.