Las empresas de transporte, hospedaje y la restauración trasladan al cliente, al menos en parte, las importantes subidas de los diferentes tipos de combustible en el primer caso y de los productos alimenticios y la electricidad en el segundo. La enorme cadena de frío española consume enormes cantidades de energía.
Los incrementos en el precio de los billetes de avión y en el índice de precios hoteleros, IPH, son superiores a la subida general del IPC.
Mientras la demanda siga tan fuerte -superior a la de las mismas fechas del año de referencia-, los precios pueden subir. Si el BCE eleva fuertemente los tipos la demanda se retraerá. Bajaran los precios, pero habrá riesgo de recesión.
Hasta ahora, ni los altos precios ni la caótica gestión del transporte aéreo han desanimado a nuestros clientes. El llamado «efecto champán» tras dos años sin poder salir, con el correspondiente aumento del ahorro, nos garantiza un verano excepcional. El problema vendrá después, cuando ya no quede ahorro del que tirar, la renta disponible disminuya y los precios hayan subido.
Sabemos que habrá un problema, pero desconocemos la dimensión. No hay antecedentes a los que remitirnos. Sin el arma de la devaluación, todo depende de la conocida capacidad de ajuste del sector privado. Británicos, alemanes y otros europeos ricos seguirán viajando, aunque se marcarán un tope de gasto -similar al de otros años, pero por el que obtendrán menos- con el que decidir el destino, la duración de la estancia y el tipo de alojamiento, y los españoles buscarán alojamiento más barato. Algunas familias podrán incluso verse obligadas a prescindir de las vacaciones. Desgraciadamente el transporte se encarecerá más que el alojamiento con lo que, aunque el gasto total suba, el efectivamente realizado en destino puede disminuir una vez deflactado.
Pero frente a los augurios negativos -una consultora afirma que el 43% de los españoles estaría cancelando sus vacaciones- el sistema turístico superará con nota esta temporada y alcanzará los niveles prepandemia en la siguiente, aunque la rentabilidad será menor. Las ganas de viajar son más fuertes que el temor a la inflación.