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Escribo estas líneas cuando aún no se le ha ido a uno cierto buen sabor del escenario esperanzador que hace solo pocos días, y desde la prudencia, parecía vislumbrarse en Fitur, justo antes de que por parte de Rusia se anunciara que iniciaba una partida de Estratego (yo era más de Risk) de resultado aún incierto.

También, y aunque ya se oían tambores al respecto, el Govern aprovechaba esas jornadas para anunciar una ambiciosa reforma de la Ley General Turística, especialmente en lo que a sostenibilidad, circularidad y actualización de criterios de autoevaluación se refiere. Aun sin haberse publicado la propuesta de la norma, nuevamente vemos que ya se agolpan las respuestas estereotipadas, entre las que sorprende seguir encontrando a quienes, ante cualquier ajuste o cambio vuelven a hablar con fingida melancolía de una Mallorca Arcadia irrecuperable o quienes sabiendo que esta apuesta puede marcar una diferencia en el posicionamiento de las Islas a nivel nacional y, por qué no, internacional, pretenden que se haga sin tocar una sola alcayata de sus establecimientos. Todo está mal y debe cambiarse, pero lo mío, no. Señores, si queremos y necesitamos transformar, deberemos cambiar.

Aunque sabemos poco del contenido no puedo ocultar que la música suena bien, pero que habrá estar a la letra. Ver cuán ajustados a la realidad de nuestras empresas son los criterios de partida, cuán lejos y bien definidos están los objetivos y, por supuesto, qué ayudas e incentivos se ponen a disposición.
En cualquier caso, me faltan algunas piezas para completar el tablero. Se insta al sector hotelero a que sea circular y sostenible, pero, ¿tiene sentido que sea al único al que se le exija y no se tengan en cuenta los demás actores, incluida la propia administración?

¿Tiene sentido que pongamos muchos, muchos difusores de agua en los grifos de los hoteles si las redes públicas de abastecimiento desperdician por fugas entre un 20% y un 40% del agua que portan? ¿Tenemos que establecer circuitos de aguas grises en los hoteles cuando en las depuradoras públicas se desbordan aguas bien negras a las primeras lluvias fuertes?

Desde luego, sería el momento para que la Administración, predicando con el ejemplo, lidere una buena parte de las prácticas que se pretenden implantar; sin embargo, no veo que haya ningún anuncio al respecto, como tampoco parece haberlo con relación a establecer un nivel de exigencia parecido para toda la oferta complementaria (viviendas turísticas, restauración, comercio, ocio nocturno, espectáculos…) o, incluso, para los propios particulares (con la eliminación de calderas de gasoil, por ejemplo).

Se predican y solicitan medidas al ya converso. Así es fácil. La sensibilidad hacia sostenibilidad y circularidad está presente desde hace años en el sector hotelero. Pero, ¿y el resto de la sociedad y sectores de nuestras islas?, ¿dónde están?

Es fácil cargar las albardas sobre las anchas espaldas de nuestro sector y limitarse a centrar ahí el debate. Pero será un error si se hace así y una muestra más de esa dicotomía permanente que viven frente al turismo tanto nuestra administración como determinada sociedad de nuestras islas, que hacen que a uno le recuerde aquella canción del «ni contigo ni sin ti / tienen mis males remedio / contigo porque, me matas / sin ti porque, yo me muero». El verbo de la sostenibilidad hay que conjugarlo en todas sus formas… y personas.