Esta cifra merece un comentario. ¿Cómo es posible que la caída del PIB sea de un 30% cuándo las empresas de alojamiento turístico han facturado en 2020, siendo muy optimistas, un 30% del importe facturado en 2019? No sé cómo se hacen las cuentas exactamente, pero intuyo que todo el dinero que se ha empleado en ERTE, y en créditos ICO y otros, ha generado “actividad contable” a efectos del PIB. Muchos asuntos han seguido funcionando porque nos hemos endeudado (el Estado y los particulares) hasta las cejas. Y aún así, desplome del 30%. Esto indica que el batacazo es bíblico, y que no se podrá sostener en el tiempo.
Pues bien, con todo esto, aquí seguimos con el impuesto turístico, que nuestros escasos visitantes abonan para el nuevo destino de la recaudación, que es combatir la pandemia. Lo del turismo sostenible pasó a la historia, ahora se trata de pagar los gastos, y así será por muchos años. No parece muy justo para los turistas, pero como no votan, pues da igual.
¿Qué solución se implementa para adecuar el pago del impuesto a unos establecimientos que no han tenido casi ocupación? La única posible, una nueva estimación estadística, hecha a posteriori. Esta circunstancia es relevante. Un impuesto, cuyo importe solo se puede saber a posteriori, debiera dar que pensar a quienes lo defienden. ¿Dónde quedan la certeza y la seguridad jurídica? Pues este impuesto tan cutre, cuyo importe no se puede conocer sino a toro pasado, es el que se sigue defendiendo, en una situación desastrosa para la actividad turística y cuya eliminación sería la primera buena noticia para la recuperación de Balears. Esto sería un buen comienzo de temporada.
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