En este momento de conflicto socio-cultural proponemos analizar e interpretar las actuaciones económicas de las empresas desde la perspectiva de los derechos humanos que por definición son universales e inherentes a las personas, irrenunciables, interdependientes e indivisibles, según el dictamen del año 2012 del Observatorio de Derechos Humanos de las Naciones Unidas.
La sociedad moderna demanda, cada vez de forma más explícita, valores intangibles como, por ejemplo, la honestidad y la transparencia, que contribuyen al bienestar global de la sociedad, al tiempo que crean valor a los accionistas, al favorecer el crecimiento económico y la competitividad, y por otro, fomentar la responsabilidad social corporativa.
El pacto mundial y los principios rectores de las Naciones Unidas, junto con las recomendaciones de la OCDE, son los marcos de referencia que tiene la empresa para fomentar el respeto a los derechos humanos, pero también a los laborales, los medioambientales, los judiciales, etc., y que deberían incluir como mínimo un compromiso político de asumir públicamente la responsabilidad de respetar los derechos humanos; un proceso de diligencia debida que identifique, prevenga, mitigue y rinda cuentas de los impactos negativos sobre los derechos humanos y, finalmente, establecer los mecanismos de reparación o compensación por los daños, directos o indirectos, ocasionados por los riesgos e impactos que se han producido en las actividades de la cadena de valor.
Hasta estos últimos años, la responsabilidad en la protección de los derechos humanos recaía en los estados, mientras que las empresas se limitaban a cumplir las normas de los distintos países donde actuaban. Actualmente la sociedad demanda que las empresas, sobre todo las transnacionales, creen mecanismos de rendición de cuentas ya que el cumplimiento de los principios rectores darían una base de garantía para todos los países donde tuviesen relaciones comerciales.
Saber transformar los riesgos en oportunidades resultará básico para implementar enfoques empresariales con intereses estratégicos en recursos humanos, y conseguir, así, un impacto económico positivo y un gran nivel de concienciación en el ámbito de los derechos humanos por parte del personal de la empresa.
Amigo empresario, debemos apostar por una gestión empresarial que aporte con sus políticas la conversión de los derechos humanos en un fenómeno viral presente en el progreso y recuperación económica: competitiva, sostenible y comprometida con los agentes económicos y sociales, y, para mejorar la vida de las personas, la salvaguarda de los derechos humanos siempre generarán valor.
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