Y, de repente, este año ha renacido ese sentimiento comunitario gracias, sobre todo, a tres nombres de mujer: Taylor Swift, Beyoncé y Barbie.
Desde antes del verano y hasta ahora, la película dirigida por Greta Gerwig y protagonizada y producida por Margot Robbie y las giras Renaissance Tour y The Eras Tour han supuesto por fin el reencuentro del cine y la música con fenómenos netamente populares que arrastran a las masas, algo que se está acentuando con el estreno de la propia cinta sobre uno de los conciertos de Taylor y el que está por llegar de la autora de éxitos como Single ladies, Crazy in love o Run the World (Girls).
La mención a esta última canción no es baladí: este resurgimiento de la cultura popular no se puede entender sin el movimiento feminista a lo largo y ancho del mundo. Si bien es cierto que hay una fina línea que separa en estos casos el poder femenino comunal y la idiosincrasia capitalista, algo a lo que por otra parte está sujeto cualquier producto cultural, es innegable que la efervescencia de obras hechas por y para mujeres de todas las edades —a lo que habría que sumar a gran parte del colectivo LGTBI— era una reclamación que ha vivido su súmmum en este 2023.
Solo hay que pensar, por ejemplo, en todo lo que rodeó a Barbie antes de su estreno. La cinta, un magnum opus del product placement, se revelaba sin embargo como un largometraje muy autoconsciente del propio hype que había creado, convirtiendo a su público en el juguete mismo con el que moldear la realidad. Una realidad que se tiñó de rosa y en la que también se enfrentaba, de una forma bastante cómica, con un tótem de la masculinidad: Christopher Nolan y su Oppenheimer.
La idea del #Barbenheimer, dado que se estrenaron el mismo día, en contra de lo que algunos vaticinaban, ha acabado beneficiando a ambos filmes: de Nolan era esperable que arrasase en taquilla, pero Barbie ha supuesto un hito inmenso, pues se ha convertido en la primera película dirigida únicamente por una mujer que recauda más de mil millones de dólares —antes, codirigidas por mujeres, había habido otras, como las dos cintas de Frozen—.
Esas mismas salas de cine están viviendo ahora una explosión swifter. Era previsible, acaso solo mirando que en la primera jornada que se pusieron las entradas a la venta ya recaudó más de 26 millones de dólares, pero el resultado ha sido desorbitante, pues en el fin de semana de su estreno ha batido el récord de una película basada en un concierto. Y por mucho: si el This is it de Michael Jackson consiguió en aquellos tres días de 2009 que se estrenó 74,3 millones de dólares, el de Taylor Swift ha alcanzado los 128 millones.
Unas cifras que, además de ir subiendo —no por nada muchas majors y distribuidoras cambiaron las fechas de sus estrenos para no competir contra Taylor—, han intentado ser menospreciadas por los vídeos que han aparecido desde dentro de las salas, con multitud de chicas llorando, bailando, gritando y cantando las canciones de su ídolo en una especie de rito comunal.
Esa percepción de aquelarre o ritual no deja de ser una mirada bastante masculina en tanto a que suele ocurrir algo parecido cada fin de semana en multitud de estadios de muy diversos deportes o incluso en otros eventos culturales donde sí "pueden" intervenir la heteronormatividad masculina como los estrenos masivos de sagas como Star Wars o el Universo Cinematográfico de Marvel.
Y aún así, Taylor Swift por sí sola puede equipararse a estos, dado que las estimaciones —hechas por el profesor del máster de Empresariales de la Babson College de Massachusetts, Peter Cohan— hablan de que, cuando termine su The Eras Tour, pues aún le queda toda la gira fuera de Estados Unidos, habrá superado los 4.000 millones de dólares.
Pero si a ello se le suma lo conseguido por Barbie, que todavía ha de llegar al mercado doméstico y ver cómo su merchandising crece durante la temporada de Navidad, o Beyoncé, que aún no ha estrenado su cinta, que llegará a la gran pantalla el próximo 1 de diciembre de 2023, pero que ha recaudado alrededor de 500 millones de dólares en todo el mundo según Billboard, está claro que las tendencias han cambiado y que la sociedad ha vuelto a aceptar que la cultura pop no es ni más ni menos que eso: cultura popular. Y ahora, también, millonaria.
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