El color rojo de 130.000 kilos de tomates bien maduros ha conquistado de nuevo las calles más céntricas del pueblo valenciano de Buñol en su Tomatina más esperada, la que ha puesto fin a más de mil días sin esta fiesta internacional tras dos ediciones aplazadas por las restricciones de la pandemia de coronavirus.
A las 12:00 horas en punto ha sonado la carcasa pirotécnica que ha dado inicio al lento desfile de seis camiones cargados con miles de tomates de la variedad pera -tienen más jugo-, no aptos para el consumo pero ideales para usarlos como munición en una batalla campal que se esperaba con impaciencia. De hecho, desde más de una hora antes los asistentes ocupaban las calles del recorrido, ataviados principalmente con camisetas blancas y en su mayoría con gafas de buceo para resistir mejor al ácido de los tomates, bailando para hacer más amena la espera y mientras desde balcones y terrazas les regaban con agua para combatir el calor.
Como marca la tradición, la localidad situada a unos 40 kilómetros de la capital valenciana se ha transformado este último miércoles de agosto -que en esta ocasión ha coincidido también con el último día del mes- en la capital mundial del tomate, aunque esta edición del regreso ha sido la menos internacional ya que hay países que todavía tienen restricciones. «Puede que sea la Tomatina más buñolera y con menos extranjeros», ha explicado la alcaldesa de Buñol, Juncal Carrascosa, quien ha señalado que este año han contado con unos 8.000 extranjeros, principalmente de Europa frente a los tradicionales turistas asiáticos, y con 7.000 vecinos de la localidad.
De hecho, este año se ha visto menos aglomeración en las calles que sirven de escenario para la Tomatina, que ha celebrado su 75 aniversario y también dos décadas de su reconocimiento como Fiesta de Interés Turístico Internacional, y que llevaba el lema de «No te lo puedes perder». Durante una hora, los tomates han «volado» entre los participantes en esta «guerra» que empezó casi por casualidad en 1945 de la mano de unos jóvenes aburridos y que supone unos ingresos económicos de unos dos millones de euros en la provincia de Valencia por el turismo que atrae.
Quienes participaban por primera vez en la Tomatina han llegado a Buñol con la expectativa de participar en una fiesta única en el mundo y sobre todo con la lección bien aprendida: hay que apretar un poco el tomate antes de lanzarlo para no causar daño a nadie. A la una de la tarde una nueva carcasa ha marcado el final de la Tomatina más especial, cuando las camisetas blancas ya eran rosas y el suelo se había convertido en una alfombra pegajosa de sopa de tomate, pero sobre todo después de haber soltado mucha adrenalina en esta batalla festiva donde una hortaliza es la protagonista.
Con las calles de Buñol oliendo a tomate comienzan ahora las labores de limpieza, facilitadas por las grandes lonas de plástico colocadas previamente en muchas de las casas para protegerse de los impactos de la munición roja, y ya pensando en la edición del año que viene, en la que se espera que pueda regresar el turismo asiático. Un dispositivo especial ha velado por la seguridad de los participantes y ha facilitado el acceso a Buñol, localidad que ha comenzado el día con un pequeño susto, cuando un deslizamiento de tierra ha causado un socavón y ha obligado a desalojar a doce personas.
1 comentario
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I per què aquesta quantitat tan grossa de tomàtigues "no es apta para el consumo"?