En el Día Internacional del Alzheimer, los expertos quieren alertar sobre el elevado número de personas que pueden padecer la enfermedad sin saberlo, hasta el 80 por ciento de los casos en los que esta demencia se encuentra en un estadio leve, y animan a acudir al especialista ante cualquier síntoma de alarma.
La clave de esta escasez de diagnóstico puede estar en que la enfermedad tiene una forma de aparición variada y un desarrollo gradual que puede provocar que, en su inicio, pase desapercibida para el propio afectado y su familia.
El coordinador del Grupo de Estudio de Conducta y Demencias de la Sociedad Española de Neurología (SEN), Guillermo García, reconoce, en este sentido, que para los pacientes «resulta complicado distinguir los primeros síntomas del Alzheimer de los cambios propios de la edad».
«Por eso es importante recordar que la edad, por si misma, no produce demencia, puede hacer que disminuya la agilidad a la hora de aprender o a la hora de recordar, pero no explica la pérdida de recuerdos o los fallos repetidos en la memoria cotidiana», explica.
La desorientación espacial y temporal, los problemas con el lenguaje y los cambios en el estado de ánimo o personalidad son algunos de los signos de alerta que nos deben conducir al especialista.
Potenciar el diagnóstico temprano es fundamental para mejorar la calidad de vida de los pacientes porque, aunque no hay cura para la enfermedad, sí hay tratamiento, recuerda García.
En la actualidad -apunta- hay cuatro fármacos que pueden mejorar los síntomas cognitivos conductuales y funcionales de la enfermedad y que pueden estabilizar entre uno y dos años la evolución de los síntomas e incluso retrasar la necesidad de ingreso en residencia.
El jefe de Neurología de la Fundación Vianorte-Laguna, Jesús Porta, señala también una serie de factores que puede ayudar a prevenir la enfermedad como la estimulación cognitiva, el control de la tensión arterial y la diabetes y unos hábitos de vida saludables como practicar ejercicio moderado al menos tres veces por semana y llevar una dieta mediterránea.
Porta subraya, además, la importancia de la socialización en la evolución de la enfermedad. «Los pacientes a los que les falla la memoria tienden a recluirse y a salir menos y hay que intentar todo lo contrario, que estén muy socializados», recomienda.
También incide en la necesidad de controlar la tensión arterial para procurar una adecuada reserva neuronal. «Factores como la hipertensión facilitan que tengas pequeños infartos que disminuyen la reserva neuronal, por lo que la enfermedad va más rápido y se va a manifestar antes».
«De ahí que sea tan importante, en pacientes que ya tienen una demencia, que se controlen la tensión más que antes, que se controlen el azúcar más que antes, porque no queremos que se pierdan más neuronas que las que se están perdiendo con la enfermedad de Alzheimer», insiste.
También el coordinador del Grupo de Estudio de Conducta y Demencias de la SEN asegura que hay una serie de factores que pueden ayudar a modificar de algún modo el inicio de la enfermedad. «Algunos estudios han llegado a indicar que unos hábitos de vida saludables pueden reducir el 40 por ciento de los casos de Alzheimer», señala.
«Aunque no está aún clara la relación de causalidad con ciertos factores de riesgo sí que se ha demostrado que cuando la enfermedad se instaura en un cerebro con mala salud los síntomas se manifiestan antes. Un cerebro con buena salud puede enfrentarse y defenderse del Alzheimer con mucha más eficacia», afirma.
En este sentido, observa que al hablar de una enfermedad que suele aparecer en personas ancianas, «un retraso en la aparición de la enfermedad puede significar que ésta no aparezca nunca».
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