La cobertura de la guerra de Ucrania es una de las más amplias que se ha hecho en las últimas décadas. 12.000 periodistas ucranianos y extranjeros se han acreditado ante el Ministerio de Defensa de Ucrania para cubrir el conflicto armado que empezó en 2014, pero que quedó diluido en el tiempo hasta el 24 de febrero del año pasado cuando Rusia atacó y ocupó una parte de Ucrania.
Algunos sólo han pasado uno días en el país. Otros llevan meses arriesgándose a cubrir un conflicto muy complejo con diferentes frentes abiertos y el acceso, en general, muy restringido por el gobierno de Ucrania y prácticamente prohibido por el ruso. En las zonas ocupadas por Rusia la situación «es especialmente alarmante», según descripción de RSF.
La mayoría de los ocho periodistas muertos han sido alcanzados por disparos, algunos intencionados como en el caso del periodista francés Frédéric Leclerc-Imhoff, cuyo vehículo fue deliberadamente atacado por las tropas rusas. Otros, como el fotorreportero y fixer ucraniano Maks Levin, fueron ejecutados a sangre fría. Otros casos siguen sin esclarecerse como el de documentalista lituano Mantas Kvedaravicius, cuyo cuerpo fue hallado sin vida en Mariúpol.
19 periodistas ucranianos y extranjeros han resultado heridos, cuatro de ellos de gravedad, víctimas de bombardeos rusos o alcanzados por disparos de bala de tiradores no identificados como los daneses Stefan Weichert y Emil Filtenborg Mikkelsen. La mitad de los periodistas que han vivido incidentes cercanos fueron objetivos deliberados, según el informe de RSF.
Los ataques contra infraestructuras civiles se han intensificado durante todo el año. Millones de ucranianos han sido afectados por continuos cortes de luz, gas, agua e internet en los meses más duros del invierno. En los primeros días de marzo de 2022, al principio de la invasión rusa, empezaron los ataques contra torres de televisión hasta cuantificarse 16. También se han producido cuatro ataques contra repetidores y torres de telefonía movil. El ejército ruso impidió el acceso a la información de los habitantes de las zonas ocupadas por sus militares.
RSF ha interpuesto «siete denuncias por crímenes de guerra ante la Corte Penal Internacional (CPI) y ante la Fiscalía General de Ucrania, por 44 ataques cometidos en suelo ucraniano que afectan a más de 100 periodistas y a 11 torres o infraestructuras de radio y televisión». Según la organización, «todos estos crímenes no hacen sino confirmar que el ejército ruso lleva a cabo una auténtica guerra contra la información».
Esta guerra informativa también se ha desencadenado con ciberataques, hackeo y piratería, amenazas contra cuentas en las redes sociales de medios de comunicación con al menos 42 «ciberdelitos» en el último año. Dice RSF en su informe que «el último ciberataque que consta se dirigió contra la web de la agencia ucraniana de información Ukrinform y fue atribuido a hackers vinculados con el GRU, la inteligencia militar rusa».
Un dato escalofriante aportado por RSF tiene que ver con el número de medios ucranianos que se han visto obligados a echar el cierre por «la pérdida de suscriptores y anunciantes, falta de trabajadores porque han huido del país o han sido movilizados para combatir, necesidades financieras crecientes por el impacto de las destrucciones». Son 217 y, lo peor, es que el 15% de los profesionales están en paro técnico sin percibir ningún tipo de remuneración, según datos aportados por el Institute of Mass Information.
También hay una parte muy positiva y emotiva en el informe de RSF. 750 periodistas, incluido este enviado especial, han sido dotados de equipos de protección. El 11 de marzo de 2022 se creó un Centro para la Libertad de Prensa en la localidad ucraniana de Lviv y, dos meses más tarde, en la capital Kiev, en colaboración con el Institute of Mass Information, FUNDAMENTA y otras organizaciones locales, entre ellas el Sindicato Nacional de Periodistas de Ucrania.
Gracias a la generosidad de medios de comunicación occidentales y donaciones individuales, 750 periodistas en su mayoría ucranianos y de otras 36 nacionalidades diferentes han recibido chalecos antibalas, cascos y kits de primeros auxilios para soporte vital en caso de ser heridos.
La organización defensora del derecho a la libertad de prensa también ha proporcionado generadores y otros equipos de electricidad a 91 medios de 14 regiones de Ucrania para garantizar la continuidad de su trabajo después de que sus infraestructuras energéticas fueran destruidas por las bombas rusas.
Además, 28 medios ucranianos independientes han recibido ayudas económicas que les permite seguir informando. Y 129 periodistas ucranianos, de los cuales 86 son mujeres, han recibido ayudas económicas individuales.
Uno de los problemas fundamentales al inicio de un conflicto es la lógica falta de experiencia entre los periodistas locales en las coberturas de guerras. En mis cuarenta años de experiencia en conflictos armados puedo asegurar que la mayoría de los periodistas que mueren, quedan heridos, sufren traumas, son secuestrados o encarcelados, son locales.
Cubrir la guerra en tu país de origen es la peor situación que un informador puede sufrir. Es la única guerra que yo nunca cubriría (me iría lo más lejos posible si empezase un conflicto en mi país) porque sé lo que significa informar mientras sabes que tu familia, tus mejores amigos, etc. puede morir en cualquier momento.
He visto a periodistas palestinos regresar a su casa para verla en pedazos después de una intensa jornada laboral. He visto a periodistas colombianos aterrorizados al enterarse que al compañero que ocupaba el asiento de al lado en la redacción lo han asesinado en represalia por escribir un reportaje de investigación.
RSF ha formado a 280 periodistas con cursos en materia de seguridad física, primeros auxilios y seguridad psicológica y ha impreso un millar de ejemplares de una guía sobre la cobertura de guerras que está disponible en la web en ucraniano. Un sondeo del Institute of Mass Information ha detectado que el 90% de los periodistas ucranianos «padecen síntomas clínicos de estrés».
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