La antigua república soviética de Moldavia asiste con nerviosismo e impotencia a la posibilidad de una invasión rusa de la vecina Ucrania, con la que comparte la más larga de sus fronteras. La mayor preocupación en el país más pobre de Europa es que Rusia active a los cerca de 2.000 soldados que tiene en la república separatista de Transnistria, un territorio pegado a Ucrania que de iure pertenece a Moldavia pero que es independiente de facto desde principios de la década de 1990. El capital ruso y los negocios ligados al combustible son lo que mantiene desde hace muchos años a esta entidad rebelde.
Su capitla, Tiraspol, está situada a unos 100 kilómetros de Odesa y a unos 500 de la península ucraniana de Crimea, anexionada por Rusia desde 2014. Aunque lo consideran poco probable, uno de los escenarios que manejan los expertos es que Moscú utilice sus tropas en Transnistria para desestabilizar a Ucrania desde el suroeste. Una hipotética ofensiva rusa desde Transnistria podría servir para abrir un corredor que rompa el aislamiento por tierra de Crimea, explica a Efe Armand Gosu, doctor en Historia de Rusia por la Universidad de Moscú y experto en geopolítica del espacio exsoviético.
«Si algo de esto ocurre, y Dios no lo quiera, Ucrania se vería obligada a ocupar Transnistria», advierte este experto rumano. «A los moldavos no les haría ninguna gracia, pero no podrían hacer nada para evitarlo», añade. Moldavia carece de un ejército de garantías que pueda hacer frente a una invasión extranjera, ya sea por parte de Ucrania o de los soldados rusos estacionados en Transnistria.
«Los seis marines que protegen la embajada estadounidense en Chisinau son los únicos militares que podrían darle ciertas garantías», dice medio en broma Gosu, que estima que las fuerzas rusas en Transnistria no tardarían más de dos horas en ocupar la capital de Moldavia. Gosu acaba de regresar a Bucarest de un viaje de trabajo a Ucrania y Moldavia. «La gente con la que he hablado tanto en Tiraspol como en Chisinau esperan que no pase nada y las cosas se queden como están», cuenta el experto.
Al igual que Gosu, el analista de política internacional moldavo Iulian Fruntasu ve poco factible este escenario potencialmente desastroso para Moldavia. Preguntado sobre la postura de las nuevas autoridades pro-occidentales de Moldavia respecto a Ucrania, Fruntasu apela al realismo. «Apenas tenemos margen de maniobra», dice el analista, que fue embajador de su país en Londres. Recuerda que la flamante presidenta de Moldavia, la reformista Maia Sandu, ha expresado en repetidas ocasiones su apoyo a la integridad territorial y la soberanía de Ucrania. Pese a que Ucrania esperaría más de un país que sigue en Transnistria los efectos del intervencionismo ruso, Chisinau «carece de instrumentos» para influir en el curso de los acontecimientos en la región.
Sandu ha puesto en marcha una ambiciosa agenda de reformas encaminada a acercar a su país a la Unión Europea (UE), aplaudida por Gobiernos occidentales y la Comisión Europea y el Fondo Monetario Internacional, que han premiado su labor con nuevas líneas de crédito para Moldavia. Pero la presidenta sabe que tiene que mantener una postura conciliadora con Moscú, de la que depende la frágil estabilidad en el territorio rebelde de Transnistria y la seguridad energética de toda Moldavia. «Maia Sandu tiene una actitud equilibrada, pro-occidental pero sin posicionamientos anti-rusos; creo que ha adoptado la actitud correcta», dice Fruntasu.
Una de las posibles salidas a la crisis es un compromiso de Estados Unidos y el resto de la OTAN con Rusia. Fruntasu teme que un acuerdo así implique cesiones occidentales que repercutan negativamente en las aspiraciones de integridad territorial y acercamiento a Occidente de la mayoría de moldavos. «Todo entendimiento entre Occidente y Rusia se hace a costa de los Estados pequeños que están en medio», dice el analista. Consciente de su insignificancia en el tablero geopolítico, Moldavia espera que la crisis entre sus vecinos pase sin grandes cataclismos mientras siga avanzando en el programa anticorrupción y de reactivación económica que empezó hace meses. «Nuestro juego ha sido siempre esperar a que se abran ventanas de oportunidad e intentar aprovecharlas cuando lleguen», dice Fruntasu en medio de una crisis regional de la que Moldavia difícilmente puede sacar algo positivo.
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