La siesta ideal no debe exceder los 30 minutos. | Freepik

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La siesta es una práctica arraigada en muchas culturas, valorada por sus beneficios en la recuperación energética y la mejora del rendimiento cognitivo. Sin embargo, estudios recientes sugieren que la duración de este descanso diurno puede tener implicaciones significativas en la salud metabólica y el riesgo de obesidad.

Investigaciones señalan que una siesta prolongada, es decir, superior a 30 minutos, puede inducir alteraciones en el tejido adiposo abdominal. Estas alteraciones se manifiestan como un aplanamiento en la expresión de genes metabólicos, llegando hasta un 83% de reducción, lo que compromete el funcionamiento adecuado de este tejido. Este fenómeno podría explicar la asociación entre siestas largas y un incremento en la obesidad abdominal.

Además, estudios han demostrado que la duración insuficiente del sueño nocturno, acostarse tarde o experimentar desajustes en el ritmo circadiano, conocidos como "jet lag social", se asocian con un mayor riesgo de desarrollar obesidad. Estos patrones de sueño inadecuados pueden provocar alteraciones en hormonas reguladoras del apetito, como la grelina y la leptina, incrementando la ingesta calórica y favoreciendo el aumento de peso.

Para mitigar estos riesgos, los expertos recomiendan que, si se decide tomar una siesta, esta no exceda los 30 minutos y se realice en un entorno diferente al de la cama, como el sofá, para evitar caer en un sueño profundo. Además, mantener horarios regulares de sueño nocturno y asegurar una duración adecuada del mismo son pilares fundamentales para una salud metabólica óptima.