Con una textura suave y un sabor ligeramente ácido, el ajoblanco no solo sacia, sino que también hidrata y aporta energía sin dejar de ser ligero. En su versión tradicional, se suele acompañar de uvas o melón, que añaden un toque dulce que contrasta con la cremosidad de la sopa.
La popularidad del ajoblanco ha trascendido las fronteras de Andalucía, siendo ahora reconocido y apreciado en toda España, e incluso en el extranjero. Su facilidad de preparación y sus ingredientes básicos lo convierten en un plato accesible para todos, y al mismo tiempo, en una excelente opción para aquellos que buscan una alternativa saludable y deliciosa a los platos más pesados del verano.
Este plato, cargado de historia y tradición, no solo es un placer para el paladar, sino que también es un claro ejemplo de cómo la cocina mediterránea ha sabido adaptarse a las necesidades de su entorno, creando recetas que no solo alimentan, sino que también refrescan y aportan salud. Así, el ajoblanco se posiciona como una de las mejores opciones para combatir el calor del verano, ofreciendo un bocado de frescura en cada cucharada.
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Y ¿la receta?🤔