El origen del Monopoly se remonta a principios del siglo XX, cuando una mujer llamada Elizabeth Magie creó un juego llamado The Landlord's Game (El Juego del Terrateniente) en 1903. Magie era una firme defensora de las ideas de Henry George, un economista y reformista que abogaba por un sistema de impuesto único sobre el valor del suelo. Este impuesto, según George, ayudaría a reducir la desigualdad económica y a evitar los monopolios que perjudican a la sociedad.
The Landlord's Game fue diseñado para demostrar los efectos negativos de la concentración de la propiedad de la tierra y para mostrar cómo los monopolios pueden arruinar la economía y empobrecer a la mayoría de las personas mientras enriquecen a unos pocos. El juego tenía dos conjuntos de reglas: unas que promovían la competencia y el monopolio, y otras que fomentaban la prosperidad compartida y el antimonopolio. El objetivo era enseñar a los jugadores sobre los beneficios de un sistema más equitativo y los peligros del monopolio.
Sin embargo, con el tiempo, el mensaje original de Magie se fue diluyendo. En la década de 1930, un hombre llamado Charles Darrow encontró una versión del juego, la modificó y la comercializó como «Monopoly». Darrow presentó el juego a Parker Brothers, quienes lo compraron y lo lanzaron al mercado en 1935. La versión de Darrow eliminó las reglas antimonopolio y se centró únicamente en la acumulación de riqueza y propiedades, transformando el juego en el entretenimiento competitivo que conocemos hoy.
Aunque el propósito educativo original de Elizabeth Magie quedó en gran parte olvidado, su creación sigue siendo un testimonio de cómo los juegos pueden ser herramientas poderosas para la enseñanza y la crítica social. Hoy en día, el Monopoly es recordado como un clásico juego de mesa, pero su historia nos recuerda que incluso los entretenimientos más simples pueden tener raíces profundas y significativas.
1 comentario
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És una mostra del capitalisme. Al principi tothom pot comprar i viure, però poc a poc un ho acaba tenint tot i els demés res. Així talment ha passat a les illes. Als 90 els negocis eren familiars, avui tot són cadenes internacionals i els residents assalariats que no poden accedir a vivenda. El capitalisme desfermat no funciona, el capitalisme social sí.