La etiqueta de caducidad de la pasta seca suele dar un margen de dos años para su consumo, y podría durar mucho más si se almacena en un lugar fresco y seco. Como este tipo se somete a un proceso de deshidratación, se conservará a la perfección, siempre y cuando el envase no se encuentre abierto. En caso de dejarla al descubierto, es recomendable asegurarse de que no ha entrado humedad en el producto. Por otro lado, la pasta fresca, la que debe guardarse en la nevera, no debería ser consumida al pasar 5 días, pues contiene huevo.
Macarrones, tallarines, espaguetis, fideos... pese a su multitud de formas, la pasta siempre mantiene unas características comunes. Estos serán los principales indicadores de que conserva su buen estado. Si bien es normal que se deteriore con el paso del tiempo, pierda su color o su sabor, sobrepasar el límite de su fecha de consumo no debería suponer un riesgo para la salud, según declara la OCU. Además, la pasta está clasificada como uno de esos alimentos no perecederos como el arroz o las legumbres.
Sin embargo, la pasta puede mostrar algunas señales que advierten que se encuentra en mal estado. El primer indicativo es su color, suele tener un color amarillo tirando a dorado, si pierde esa tonalidad, lo mejor es evitar su consumo. Si desprende mal olor, no es apta para el uso en la cocina. En ocasiones, algún tipo de levadura o bacteria actúa y descompone el alimento. Lo mismo sucede con el moho, en caso de observar partes verdes o blancas sobre la superficie, hay que tirar la pasta a la basura.
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