Ramos llegó para sentarse en el chester de Mejide gesticulando y pidiendo perdón, pero enfrente, tras sus gafas oscuras, Risto no disimuló su enojo. «La impuntualidad me pone muy nervioso», «aquí hay un equipo desde las siete de la mañana trabajando», espetó el presentador, más seco y riguroso que de costumbre.
La intérprete explicó que había tenido un problema personal que le había imposibilitado acudir a la cita a su hora. Todo se debió, según dijo, a que se tomó una pastilla para dormir y esta le había hecho demasiado efecto. Reconoció su fallo pero aún así exclamó «¿qué hago? ¿Me suicido», a lo que Mejide respondió muy serio: «No. De momento, aguanta el chaparrón, que es lo que creo que toca y después si quieres empezamos».
Tras varios reproches más y con la cola entre las piernas, Ramos empezó a hablar de más temas más allá de su error y su impuntualidad. Por ejemplo, sacó a colación el mal recuerdo que guarda después de trabajar con todo un grande de nuestro cine como es Pedro Almodóvar. De hecho dijo haber aprendido más de José Corbacho, el hombre que le dio la alternativa, que del genial cineasta manchego, y que no le importaba si sus palabras le enfadaban y decidía no llamarla nunca más.
Ramos adoptó un tono muy personal para poner de relieve no solo aquello que el espectador ve en la televisión, sino el duro y descarnado mundo que se esconde tras él. Y acabó dando notas de humor que Mejide agradeció de forma sincera y natural, reconciliándose con su invitada, de quien dijo que había sido todo un honor tenerla en su programa.
3 comentarios
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IDIGNADA, ETS UNA ESTORBADA
¿Mallorquina? ¿No te estarás confundiendo con Llum Barrera?
Aunque al final hicieran las paces, esa cómica del tres al cuarto, siempre me ha parecido un poco patética, cree que hace gracia y no lo es, al menos para mí. Siento que sea mallorquina pues su humor es ridículo.