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Es frecuente ver, cada cierto tiempo, auténticas transformaciones físicas en personajes públicos cuya imagen tenemos muy grabada en la memoria. Ethan Suplee, actor de American History X o Me llamo Earl, sin ir más lejos, protagonizó no hace mucho uno de los cambios más impresionantes de la industria del cine y el entretenimiento, después de perder cerca de 115 kg.

Sin embargo, los cambios no siempre son para bien. Y no me refiero aquí a pasar de una talla triple equis a presumir de un 8% de grasa corporal, ni mucho menos, sino al terreno emocional y mental que fragua, como resultado, convertirse en una persona que nada tiene que ver con quien uno era hace cinco, diez o veinte años. A veces se mejora, y a veces las estrellas, especialmente las infantojuveniles, terminan convertidas en juguetes rotos.

Amanda Bynes se hizo famosa en la primera década de los 2000. Había debutado en televisión a finales de los '90, pronto Nickelodeon le dio su propio programa (The Amanda Show) y, en 2003, su popularidad aumentó tremendamente después de protagonizar Un sueño para ella. A esa cinta la siguieron algunas más de bastante tirón, como Ella es el chico o Hairspray, pero, en el temprano 2010, intervino en Rumores y mentiras, con Emma Stone y, después, desapareció.

Bynes, sin haber alcanzado el éxito que llegaron a tener otras estrellas de la televisión infantil y juvenil, como puede ser Lindsay Lohan, ha venido a correr la misma suerte. Tuvo su propio programa, que muchos aún consideran "el mejor live show juvenil de Nickelodeon", dio el salto al cine con comedias adolescentes que salvó muy dignamente y Teen People la nombró una de las 25 estrellas infantiles de mayor éxito.

Sin embargo, a principios de los 2000, cuando llegó a la cresta de la ola, las adicciones ya la perseguían y era consumidora habitual de hierba y anfetamina. En 2003 saltó su primer escándalo, cuando pidió la separación legal de sus padres, y tanto su productor principal, Dan Schneider, como todo el equipo que los rodeaba (desde managers a abogados), la apoyaron, aunque finalmente no consiguió la emancipación.

En pocos años, y a la vez que aumentaban sus excentricidades personales y se enturbiaban los titulares relacionados con ella y sus detenciones, explosiones violentas y consumo de drogas, dejaron de ofrecerle proyectos profesionales. El 19 de junio de 2010, a los 24 años, Bynes publicó en su cuenta de Twitter que ser actriz no era "tan divertido como parece". "Si no me gusta algo, dejo de hacerlo —dijo—. Ya no me gusta actuar, así que lo dejo".

Fue en ese momento cuando sus padres, los mismos de quienes había intentado emanciparse a los 17 años, se hicieron cargo de su tutela legal al considerarla legalmente incapacitada, custodia que duró una década, en la que la actriz se mantuvo alejada, con algunas llamativas excepciones, del foco mediático y de las redes sociales.

La evolución no ha sido sencilla. Solo en los últimos cinco años se tatuó un corazón en la cara, estuvo comprometida y se separó dos años después. En 2022 recuperó su propia tutela al considerar el juez que "Bynes había demostrado competencia para manejar sus asuntos y su salud mental", y solo un año después, en la primavera de 2023, la encontraron, en Los Ángeles, paseando desnuda y desorientada. Estuvo internada tres semanas en un psiquiátrico y, junto a otro interno, publicó un pódcast a finales del año: Amanda Bynes & Paul Sieminski: The Podcast.

Fue, precisamente, durante la publicación de este pódcast cuando sus seguidores empezaron a sentirse impresionados por el cambio físico de Bynes. En sus últimas imágenes aparece, además de con una expresión muy diferente, teñida de morena, lo que en conjunto hace que su imagen ya no tenga nada que ver con la de la adolescente televisiva.

Embarcada aún en proyectos de perfil bajo, como una colaboración con Austin Babbitt para incorporar unas ilustraciones de la ex actriz para una línea de ropa, Bynes se ha sincerado en sus redes sociales, donde recientemente ha explicado que la terapia la ha ayudado a entender las consecuencias de doce años de abusos. "Aprendí —decía en TikTok— que gané peso para protegerme de una atención que no quería, especialmente por parte de los hombres. Dios me susurró y dijo: todavía vives atada por el miedo, te mando que salgas de esa tumba y abraces la vida plena de libertad que quiero darte"