Bárbaro y destructor como Conan e implacable como Terminator, este culturista austríaco, que fue gobernador republicano de California entre 2003 y 2011 (apodado «Governator"), empieza en su edad de jubilación una segunda vida en la gran pantalla con la contundencia que caracterizó su carrera.
«He vuelto», afirmó varias veces el actor, parafraseando a su personaje de «Terminator», en la presentación de su nueva película «The Expendables 2» en la feria Comic-Con de San Diego el pasado 12 de julio, donde acudió con su amigo Sylvester Stallone, creador y protagonista de ese filme de «viejas glorias» del género de acción.
«He matado a 289 personas, Sly (Stallone) ha matado a 288» dijo ufano Schwarzenegger, que sacó pecho frente a su también musculoso compañero de reparto que pasará a la historia por personajes como Rocky y Rambo.
En «The Expendables 2», Schwarznegger seguirá engrosando su lista de víctimas cuyo límite parece distante en vista de los proyectos que tiene el actor para los próximos años.
En 2013 será un veterano sheriff de un pueblo fronterizo en «The Last Stand» donde se verá las caras con un capo de un cartel de la droga que encarna el español Eduardo Noriega y volverá a encontrarse con Stallone en «The Tomb», un «thriller» carcelario con mucha testosterona.
En su agenda hay otros tres proyectos de acción que aún no se han concretado, así como la comedia «Triplets», una secuela de «Twins», que tiene visos de salir adelante con la participación de Danny DeVito y Eddie Murphy.
Su retorno a la actuación contrasta con los homenajes que ya ha empezado a recibir por su contribución al mundo del espectáculo, unos reconocimientos que suelen ser sintomáticos del ocaso profesional de los artistas aunque Schwarzenegger no parece dispuesto a que le retiren antes de tiempo.
En octubre de 2011 inauguró un museo sobre su vida en su pueblo natal Thal bei Graz (Austria) y este mes recibió en Comic-Con el premio honorífico IGN a estrellas del cine de acción, que ya obtuvo Sylvester Stallone en 2010.
«(Actuar) Es como montar en bici o esquiar, cuando te pones a ello sientes que no ha pasado el tiempo», aseguró Schwarzenegger cuando aún era gobernador de California, anticipando sus planes de futuro y antes de que se desmoronara su matrimonio por una sonada infidelidad.
Una vez fuera de la política, el intérprete confesó a su mujer, Maria Shriver, sobrina del expresidente John Fitzgerald Kennedy y con la que se casó en 1986, que en 1997 tuvo un hijo con una empleada del hogar. Un escándalo que terminó en una demanda de divorcio que sigue su curso a pesar de los rumores de reconciliación.
A pesar de todo, el robusto Schwarzenegger ha demostrado encajar bien los golpes y sobrellevar las dificultades sin que afecten de forma determinante a sus proyectos.
Durante la campaña electoral de 2003 fue acusado por 16 mujeres de abusos sexuales, hecho que no importó al 48,1 por ciento de los votantes californianos que le nombraron gobernador.
En 2006 fue reelegido y en 2011 abandonó el cargo dejando al Estado sumido en una profunda crisis financiera, con una deuda que se triplicó durante sus 7 años en el poder y con sus niveles de aprobación bajo mínimos.
Un legado que no parece haber hecho mella en su imagen pública, una contradicción más en la vida de este actor que parece invulnerable a la crítica.
Republicano casado con una demócrata, «Terminator» que se queda embarazado ("Junior"), activista contra el cambio climático propietario de una docena de coches, austríaco símbolo del sueño americano y una estrella de cine que regresa al trabajo casi a la edad de la jubilación.
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