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La ley del griterío

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Con el VAR, los árbitros de fútbol se hicieron prescindibles, y sus errores y atracos humanos fueron sustituidos por los tecnológicos. ¡Libertad! ¡Por fin logramos erradicar al árbitro! Pero esta hazaña deportiva duró poco, porque ahora vamos a extirpar de los terrenos de juego al propio VAR, que con sus juicios milimétricos ha echado a perder el fútbol. El fútbol no es milimétrico, es masivo, y a la vez, inmaterial, simbólico, metafísico. Es lo que todo el mundo quiere ver, ni más ni menos. Así pues, propongo que en los estadios las decisiones las tome el griterío del público. Que el público grita falta, es falta; que grita penalti, pues penalti. Y si gritan fuera de juego, es un fuera de juego indiscutible. Si en el anterior penalti el griterío también exige expulsión, se expulsa al infractor. Algún purista remilgado aducirá que así no se puede jugar, pero vaya si se puede. Y si no más justo, cosa imposible por la naturaleza del juego, el resultado será mucho más democrático. Con la tecnología actual se podría habilitar en los estadios un sistema digital de audímetros automáticos, dotados de IA, que identificasen cada grito y todos los gritos, tanto a favor como en contra de cualquier lance del juego, ofreciendo en grandes pantallas el veredicto inapelable. Caso de igualdad, este Analizador de Griterío certifica que aquí no ha pasado nada, y que prosiga el juego. También serviría para determinar el tiempo de descuento, los goles fantasmales y la finalización del partido. El fútbol sería lo que todo el mundo ve, y ya está. A los beneficios apuntados (ritmo de juego, agilidad, menos interrupciones), añadiría empoderar a las aficiones, que por fin se sentirían no sólo parte del fútbol y del partido, sino la parte más importante. La que manda, sueño de toda afición. El griterío decide al partido democráticamente. Con libertad. El PP, numerosos grupos políticos y hasta el presidente de Estados Unidos, aprobarían esta actualización del reglamento, puesto que hace años la aplican a la política y tratan de extenderla a la judicatura. La ley del griterío. Cierto que quizá no se pueda distinguir realidad de ficción, pero eso ya sucede. Y ante la pasividad del árbitro.