Reindustrializar es un verbo que se utiliza mucho. Volver a bases industriales, desde economías maduras de servicios. Diversificar, en suma. Se nos habla, entonces, de incrementar la productividad, de mejorar la calidad de lo que ofrecemos. De ser más competitivos. Todo está muy bien; el problema es su concreción. Aquí es donde no solemos encontrar respuestas o vías de trabajo. Sin embargo, tenemos datos importantes. En el caso de la economía española, el crecimiento de las exportaciones turísticas se sitúa entorno al 5 por ciento: una cifra potente, que supera la tasa del PIB. Pero idéntico parámetro para las exportaciones de servicios no turísticos alcanza el guarismo del 8 por ciento: una señal de que estamos siendo competitivos en un terciario avanzado que es capaz de exportar. Un indicador relevante que determina que la estructura económica está más diversificada de lo que pensamos.
En el caso de Balears, los datos son de gran interés. Aquí, la economía turística constituye la parte del león de la estructura productiva (más de un 40 por ciento; 82 por ciento si incorporamos todos los servicios). Esto tiene derivadas de carácter socio-político y económicas: urgiría diversificar esa estructura productiva monolítica, lo que podría eliminar externalidades visibles como, por ejemplo, los problemas ecológicos y espaciales. Cuando se habla de diversificar, se suele remitir a un retorno a la agricultura (con los avances que se consideren, como es lógico), o a la industria histórica. Ambos aspectos son de gran relevancia, y no se pueden descuidar en un portafolio de política económica. Pero quizás el meollo de la cuestión resida en la diversificación del sector servicios, máxime en economías tan especializadas como la balear. Es aquí donde podemos encontrar claves explicativas.
El punto de partida para tal análisis es el rigor en la observación. Es decir, no se trata de inventarse sectores o actividades. Concierne ver lo que se tiene, si es que se tienen signos de diversificación productiva. Para Balears, disponemos de diferentes estudios al respecto. Uno de los más interesantes es el que realizó el profesor Facund Fora sobre el ParcBit: su análisis prolijo (a partir de la base de datos SABI) ha determinado que la aportación del parque al PIB de Balears, entre 2008 y 2018, ha oscilado entre 0,6 por ciento y poco más del 2 por ciento. Unas magnitudes importantes, que responden a actividades productivas claramente diversificadas: empresas de ingenierías diversas, producción de software, biomedicina, etc. Tenemos, por tanto, un ecosistema de alto valor añadido, con avances tanto en la productividad del capital como en la del trabajo, según la investigación de Fora.
Explorar esto sería de gran interés para la economía aplicada: proyectos de investigación que desbrocen ese inmenso cajón que son los servicios, para hacer emerger subsectores que normalmente aparecen enterrados por el tractor turístico. A su vez, las administraciones públicas deberían tomar nota de esto: tienen ahí algo concreto, tangible, específico (nada teórico) sobre la diversificación en la economía balear. En sintonía con el avance de los servicios no turísticos en la economía española.