El coste de producción del vino más caro no supera los treinta euros. A partir de ahí hay que valorar la exclusividad y las emociones, porque hay vinos con potentes aspectos artísticos, cultura e historia. Son intangibles difíciles de valorar.
Son afirmaciones de Ferran Centelles, que a los 17 años entró en el restaurante «El Bulli» y durante más de una década ejerció como catador de confianza para Ferran Adrià. «Fredi el sumiller», autor de libros de referencia como «¿Qué vino con este pato?» intervino el miércoles, en la Bodega Binifadet de Sant Lluís, en un cata de quesos menorquines maridados con vinos acordes al grado de maduración de cada producto lácteo.
En el encuentro, en tándem con Piedad López, hoy de salida en la gerencia del Consejo Regulador del Queso Mahón Menorca con Denominación de Origen, redescubrimos la riqueza, la calidad, el sabor y las texturas de estos dos productos.
Junto con el aceite, el vino y el queso de Menorca transmiten la vivencia de una tradición milenaria a la que ya aludió Plinio el Viejo, que se refirió a la miel menorquina como la segunda mejor del mundo.
En la cata, organizada por CaixaBank, se degustaron quesos de Menorca tiernos, semicurados y curados en una sinfonía organoléptica con vinos de Torralbenc y Binifadet. Ferran Centelles parafrasea a Ferran Adrià al proclamar que «la gastronomía es un lujo accesible». César Palomino, presidente de Vi de Menorca y director de Torralbenc, junto con Lluís Anglés, propietario de Binifadet, glosaron la gran historia vitivinícola menorquina.
Santiago Tadeo, hoy al frente de Coinga; Francisco Tutzó, que ha reflotado Quesería Menorquina; Julio de Olives, que continúa la producción de su familia; Sebastián Triay Fayas, responsable de La Payesa; y Pedro Mercadal, con los quesos que llevan su nombre, son grandes maestros queseros de la Isla.