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Para los que tenemos una cierta edad, el 23 de febrero quedó reducido a 23F desde 1981. Recordamos aquel día por el intento de golpe de Estado que quiso acabar con la democracia. No es lo mismo hablar de ello que haberlo vivido desde la posición de cada uno en ese momento. Hay hechos históricos que devienen vivencias individualísimas. En 2017 hubo otro intento de golpe, con la declaración de independencia de Cataluña. Si lo de Tejero duró 18 horas, el propio President de la Generalitat suspendió la declaración inconstitucional de independencia al cabo de 44 segundos. Aunque fracasó la instauración de la República de Catalunya, el asalto a la legalidad y a las instituciones sigue coleando con la colaboración del necesitado Gobierno actual. Y no hay que tomárselo a broma.

Cuando vemos lo que está ocurriendo en el mundo, debemos preguntarnos por la democracia frente a sus múltiples desafíos y amenazas. Algunos golpes fallan, pero muchos tienen éxito.

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No basta con el nombre, si se simplifica y pervierte el uso de las palabras mientras se vive de la mentira y la manipulación. Se habla de batalla cultural porque la democracia es el sistema más exigente de todos. No se sostiene por sí solo. Es una praxis. Si somos incapaces de hablar desde la diferencia, ¿cómo vamos a convivir en libertad?

Les recomiendo la película «El golpe». Se lo pasarán en grande y se olvidarán por un momento de lo chungo que está todo.