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Porque no hay enemigo más cruel para un militar que la incertidumbre política. Se presenta este mes, la versión castellana del libro «Buques de guerra italianos retenidos en las Baleares» firmado por Giuliano Marenco, alto funcionario jubilado de la U.E., hijo de uno de los oficiales de los barcos que socorrieron a las más de 2.000 víctimas de la tragedia sufrida por el acorazado «Roma» y los destructores «Vivaldi» y «Da Noli» en aguas de las Bocas de Bonifacio, un 9 de septiembre de 1943. La edición castellana con traducción de Bruno de Marchi, hijo de uno de los náufragos del «Roma», la ha realizado la Fundacion Hospital Isla del Rey, sensible a estos acontecimientos, no solo por custodiar el lugar en el que más de 200 supervivientes fueron curados de sus quemaduras y heridas, sino por su proximidad al cementerio de Mahón en el que reposan 26 de ellos, que no consiguieron superarlas.

Trágica etapa de indecisiones políticas italianas, tras la rendición de sus tropas en Túnez en mayo de 1943 y el desembarco Aliado en Sicilia el 10 de junio. El 18 de agosto Roosevelt y Churchill remitían a Eisenhower un telegrama (documento de Quebec) con instrucciones para un armisticio con Italia, que de facto el 3 de septiembre bajo el vínculo de secreto, asumirían Victor Manuel III y su nuevo jefe de Gobierno el mariscal Badoglio que había sustituido el 25 de julio a un destituido y detenido Mussolini. Quedaba al margen de esta decisión el Almirante de la Flota Bergamini, incluso tras una reunión en Roma el 7 de septiembre. Un día después, Radio Argel a las 15 horas, adelantaba la noticia del Armisticio. El 9 de septiembre de madrugada, la Flota abandonaba La Spezia y Génova rumbo Magdalena, isla situada entre Córcega y Cerdeña, «donde recibiría instrucciones». Antes de salir, desembarcaban una treintena de radiotelegrafistas alemanes que habían asegurado su cobertura aérea. Serían aviones alemanes precisamente, los que hundirán al buque insignia «Roma» a media tarde del día 9, herirían de muerte al «Vivaldi», sumándose a la tragedia el hundimiento del «Da Noli» al chocar con una barrera de minas, también alemana. Hablamos de 1.500 muertos y de 800 náufragos heridos y quemados.

2 De las peripecias de estos rescatados y de los buques que los socorrieron, escribe Marenco. Aquellos marinos, volverían a enterrar a sus muertos en tierra extraña; habían sido bombardeados por sus aliados de ayer; se habían refugiado en puertos españoles donde un día los trataban como amigos y otros les hacían sentirse prisioneros. Y si un día les dejaban irse, no sabían adónde ir.   

No pretendo evaluar situaciones políticas, ni siquiera operativas. Pretendo solo ahondar en el alma de unos marinos que, frente a la incertidumbre, se vieron obligados a tomar decisiones graves, en muchos casos heroicas.

Escribe Marenco: «Bergamini se enteró del Armisticio por la radio de a bordo; debió tener la amarga impresión de haber sido engañado justamente por las personas de las que esperaba la máxima confianza». Añadirá: «se habían acumulado retrasos a causa de las indecisiones políticas, del secreto llevado hasta el absurdo y del desbarajuste psicológico causado por la sorpresa del Armisticio». Lo asumió todo el buen Almirante, que murió en el puente de mando del «Roma», como los viejos capitanes.

2 Cuatro destructores recogieron en un primer momento a los náufragos del «Roma»: «Mitragliere», 277; «Carabiniere», 112; «Fucciliere», 108, y «Régolo», 23, decidiendo el jefe de la Flotilla Marini, tras muchas dudas, priorizar el cuidado de heridos y dirigirse rápidamente al puerto neutral de Mahón. Tres destructores más lentos («Pegaso», «Impetuoso» y «Orsa») recogieron a otros 112 y se dirigieron a Pollença en Mallorca. Desembarcaron a los náufragos y los comandantes de los dos primeros, decidieron auto hundir sus barcos. Decisión no fácil de tomar.

El «Vivaldi» y el «Da Noli» que no formaban parte de la Flota y se dirigían a Civitavecchia para recoger al Rey y a su Gobierno, también sufrieron el ataque alemán. El «Da Noli», tuvo 228 muertos de una tripulación de 267 al chocar con una barrera de minas alemana. El «Vivaldi» blanco también de la Luftwaffe, gravemente dañado, se auto hundiría, con 60 muertos a bordo, en la mañana del día 10. En    lanchas de salvamento, 48 tripulantes llegarían el día 17 a Blanes, otros 43 a Palamós y 7 a Mahón. Hidroaviones y patrulleras alemanas, de EEUU e incluso un submarino británico, se sumaron a las labores de rescate. En este caso la mar unía a amigos y enemigos.

A través del relato, pienso en sacrificios, toma de decisiones graves, luchas interiores, que rozan el heroísmo. En este caso, el de unos marinos hermanos que las sufrieron debidas a indecisiones políticas.

* Artículo publicado en «La Razón» el jueves 13 de febrero de 2025.