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En los últimos meses hemos asistido a la reiteración de una práctica delictiva que resulta miserable puesto que tiene como víctimas propiciatorias a las personas de edad avanzada, en muchos casos, indefensas ante los embaucadores.

Los casi 10.000 residentes menorquines que ya están por encima de los 75 años de edad -5.000 de más de 80 años- son los objetivos ideales para estos delincuentes carentes de escrúpulos, estafadores capaces de rastrear en la basura para encontrar indicios que les lleven a sus objetivos.

La Policía Nacional de Ciutadella reveló recientemente que tres personas mayores habían sido víctimas de la estafa denominada «hijo en apuros» por un valor conjunto de 25.829 euros. Mediante    mensajes de whatsapp se hacían pasar por sus hijos para recibir transferencias por motivos, supuestamente, de urgencia vital.

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El pasado verano un anciano fue engañado por un embaucador que acabó empujándolo en el baño público de la Vía Perimetral para robarle su anillo de oro tras haberse ganado su confianza previamente. Y esta misma semana la Guardia Civil ha detenido a otro hombre que con las mismas artes frente a un residente británico en Es Mercadal había usurpado su identidad y le había robado hasta 10.000 euros.

A estos delitos se pueden sumar las miles de tentativas a través del teléfono, en muchos casos no denunciadas, o las más conocidas de aquellos que se hacen pasar por técnicos industriales para entrar en las casas de la gente mayor y apropiarse de dinero, joyas o lo que encuentren.

Por más que las fuerzas policiales arrancan campañas de prevención entre este sector de la población, no hay forma de evitar que este tipo de engaños también se repitan en un pequeño territorio como el menorquín. Es necesario, por tanto, ampliarlas o tomar otro tipo de medidas que mejore su seguridad. Todos podemos ser víctimas del engaño pero los mayores son los más vulnerables.