TW

Hasta hace unos meses, cuando se empezó a investigar judicialmente a Álvaro García Ortiz, fiscal general del Estado, yo ni siquiera sabía que la revelación de secretos, base del periodismo y también del generalizado cotilleo o chismorreo malicioso, fuese un delito. Y de los gordos, por lo visto. ¿Y si tales secretos ya habían sido revelados antes? Ah, esa es la gran cuestión que satura la actualidad española, llena a diario páginas de prensa y tiene en vilo a la judicatura, la Fiscalía y el Gobierno. Si el fiscal general reveló esos secretos un día antes o después de su pública revelación, o sólo diez minutos antes o después, que para el caso sería lo mismo. Asombroso de qué cosas depende nuestra actividad política. Y eso que todavía no sabemos, o al menos yo aún no lo sé, si revelar secretos ya revelados previamente (digamos un minuto antes) sigue siendo delito grave. Todo puede ser, porque el otro día mientras me zampaba un revuelto de alcachofas y espárragos, me enteré por el telediario de que el juez del Supremo Ángel Hurtado, que investiga al fiscal y del que por cierto ya conocemos bastantes secretos por la prensa, ha pedido a Google y WhatsApp datos y mensajes del investigado.

Noticias relacionadas

¿Y eso lo pueden hacer Google y WhatsApp? ¿No sería revelación de secretos, a fin de castigar una revelación de secretos acaso ya revelados? En fin, que ahí ya me desinteresé totalmente de la muy delirante actualidad española, a la vez que empiezo a mirar con recelo mis consultas en Google y la Wikipedia. Mira que si al revelar alguna resulta que revelo secretos. Pero volvamos al comienzo, a la cosa en sí. Revelar secretos siempre fue la actividad humana más corriente, más incluso que la de ocultar secretos, y si resulta que es delito, también lo será fisgar, husmear, chismorrear y cotillear. O lo que es igual, el 54 por ciento de nuestra cultura occidental. Que asciende al 76 por ciento con apoyo tecnológico y digital. Salvo naturalmente que revelar secretos, lo sean o no por cosa de minutos, solo sea delito si lo comete algún esbirro del Gobierno. Lo cual es jurídicamente imposible. Impensable. Y ahora la pregunta que les interesa. ¿Podremos cotillear o no? Bueno, eso, según lo que diga Google.