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«Creíamos que íbamos a construir el hombre nuevo. ¡Minga!» En la portada del diario bonaerense Clarín, aparece José Mujica, expresidente de Uruguay, montando un tractor en su casa, al oeste de Montevideo, anunciando la última entrevista que concedió a este medio. A sus 89 años y ya con un cáncer del aparato digestivo descontrolado, en los últimos meses Mujica ha concedido tantas entrevistas como días tiene el calendario. Se ha convertido en un predicador que me parece digno de ser escuchado, antes de su despedida final.

Mujica, descendiente de vasco e italiana, tuvo una vida intensa: fue un radical comunista, líder terrorista tupamaro, tiene el cuerpo lleno de balas de sus numerosos tiroteos, cumplió catorce años de prisión –donde fue torturado–, salió de la cárcel, se incorporó al partido político que siempre había dado cobertura a los tupamaros, llegó a ser ministro de Agricultura, en 2010 ganó las elecciones y fue presidente de Uruguay.

Hoy, además de apoyar a los suyos, hace reflexiones que, sobre todo, parecen querer calmar el extremismo de sus compañeros y se podrían interpretar como un pedido de perdón por sus errores pasados, cuando «intenté arreglar el mundo» y construir un hombre nuevo. Un anhelo que costó bastante sangre e influyó en que Uruguay tuviera un golpe de estado militar en los años setenta. Yo no había oído antes la palabra ‘minga’, pero su significado es evidente: Mujica no está convencido del éxito de las guerrillas de los setenta y ochenta, o sea de su propia historia.

Sobre la revisión de aquellos años dice que no lo olvida, pero que en la vida hay deudas que no se cobran. «Ganar sabe cualquiera, el mérito es saber perder; hay cosas que hay que poner en la mochila y no continuarlas para adelante, porque en política uno ha de pensar en el porvenir. Las nuevas generaciones no tienen que vivir mi pasado». ¿Oído?

En estas entrevistas Mujica interpreta cómo funciona el capitalismo: «Si yo tengo una empresa voy a tratar de ganar lo más que pueda. En ello trataré de limitar los salarios lo más que pueda. Así somos los humanos. Entonces tiene que haber un poder central que me obliga un poco a repartir. Pero tampoco me puedo pasar en el reparto porque si no el empresario hace como la vaca lechera, que esconde la leche para el ternero. Va, invierte en otro lado, me deja colgado y después estamos peor.» «Hay que crear otra economía en las entrañas de esta economía, sin destrozarla. [En mi juventud] nos tragamos que podríamos hacer el socialismo a partir del subdesarrollo; si [ese socialismo] es posible, lo será desde una sociedad muy desarrollada. Si no, no tenemos nada que repartir y entonces caemos en el autoritarismo».

Mujica vive en una austeridad extrema: «Se piensan que es marketing, pero yo les digo que es lo que me hace libre, si tengo poco no necesito concentrarme en buscar los recursos para mantener mi status sino que puedo dedicarme a lo que me gusta de verdad; soy libre de hacer lo que quiero y no estoy atrapado en lo que el consumo me pide. Vivir toda la vida para pagar las deudas que nos genera el consumo innecesario nos esclaviza», denuncia.

Destroza al comunismo. «Hay que aprender de la historia. La dictadura [del proletariado] nos parecía que era una salida. Pero fue la cuna de la burocracia, mucho peor que la burguesía, porque es parásita. Uno tiene que aprender; no pasó solo en la Unión Soviética, también ahí está Europa Oriental, los más racionales que hay en Europa, hicieron un capitalismo mafioso, el peor capitalismo». «Las explicaciones de Lenin tenían una lógica teórica aparente, pero no sabíamos que la concentración de poder en el estado, aunque tuviera una intención noble, terminaba degenerando en la dictadura de la burocracia. La lucha por la igualdad no se puede tragar la libertad». «Cuando hablo de igualdad, me refiero a igualdad de oportunidades. Y eso está pendiente».

Y toca temas que no nos interesa oír en Europa. Dice que terminaremos por ser «café con leche. Yo lo vi cuando la selección francesa se presentó con un equipo lleno de negros». Añade que es muy pesimista sobre Europa: «Me duele mucho lo que pasa en Europa. No solo Putin está loco; están todos locos. Lo van a pasar mal y van a sufrir mucho porque ellos no están acostumbrados a estar contra el suelo. La caída les dolerá».

Mujica se declara ateo, pero añade que «todos los grupos humanos terminan creyendo en algo que no pueden demostrar», por lo que manifiesta un respeto profundo a la religión.
Ya que busca transmitir su mensaje a todo el mundo, ya que su vida probablemente le ha enseñado cosas, no me parece inoportuno prestarle este pequeño altavoz.