Entramos en un nuevo paradigma: ruptura del multilateralismo, proteccionismo económico, negacionismo generalizado, desacreditación de la democracia, dominio de los llamados tecnomagnates, búsqueda de liderazgos atribulados por redes sociales. Lo contrario, lo vigente, pero en peligro, es, con todos los matices y críticas, la idea de una globalización compartida, la apertura comercial, la conciencia del problema climático y de la emergencia energética y la capacidad de las instituciones democráticas. Nos adentramos en una fase que cuestiona el estado actual amparado por las democracias liberales, en una dirección que nada tiene que ver con procesos de mejora, sino más bien de formación de escenarios dogmáticos y autoritarios. Distopías impulsadas por personajes que utilizan el caos como arma de dominación.
Se está hablando de tecnofeudalismo, concepto acuñado por Cédric Durand («Tecnofeudalismo. Crítica a la economía digital», La Cebra, Donostia, 2021), y que Yanis Varoufakis («Tecnofeudalismo. El sigiloso sucesor del capitalismo», Deusto, Barcelona, 2024) ha seguido explorando: auge de monopolios desregulados, control social por parte de corporaciones, nuevas formas de rentabilización, acceso más directo a informaciones de carácter privado desde los nuevos guardianes telemáticos de las plataformas por la propiedad del ‘capital en la nube’. Es la transición hacia una economía que conoce avances relevantes en el plano tecnológico, pero con claros retrocesos políticos.
Estos importantes desempeños de la tecnología punta, proveniente de la Industria 4.0 o Cuarta Revolución Industrial, están suponiendo un control social por la gran conexión de la población con las plataformas digitales. La dominación de los potentes conglomerados tecnológicos y la dependencia de los individuos, junto al incremento descomunal de los beneficios de aquellas empresas, culminan con conductas excéntricas con fines improductivos por parte de los tecnomagnates. Lo que antaño eran el consumo de lujo y la guerra se repite de nuevo, si bien con otras formulaciones: carreras espaciales que pretenden llegar a Marte e incursiones en el mundo de la política alimentando la crispación, el desorden, la manipulación y, por qué no, también la guerra. Estamos ante un tecnofeudalismo que no difiere del tecnocapitalismo que ha caracterizado –y sigue caracterizando– la etapa del capital financiero, si bien los grados individuales de dependencia hacia el cosmos digital introducen la tesis de una relación asimilable a los siervos de la gleba, para Durand y Varoufakis.
Esta nueva forma del capitalismo se presenta espoleada por los cambios políticos que se han producido en las últimas convocatorias electorales del año 2024, con la máxima expresión en los resultados en Estados Unidos. El triunfo de Donald Trump, el ideario que ha ido comunicando y los primeros nombramientos que ha realizado, promueven una seria preocupación. Las incertidumbres que se abren son numerosas, destacadas por Kristalina Georgieva, directora-gerente del Fondo Monetario Internacional («Financial Times», 10.01.2025). Regresión acusada.