Quizá a algún amable lector de mis artículos le agradaría saber cuatro cosas sobre los manjares de las fiestas que en estas fechas, quien más, quien menos celebra, en muchos casos para hacer más trabajosa la cuesta de enero.
Las angulas son crías de anguila. España es el único país donde se captura la cría de la anguila que llega a las aguas españolas procedente del mar de los Zargazos (parte occidental del océano Atlántico, dentro del Triángulo de las Bermudas). Las primeras capturas del año pasado alcanzaron los 8.135 euros/kilo, donde entran poco más o poco menos 3.500 ejemplares por kilo; algunos lo ajustan entre 2.500 y 3.000 angulas por kilo. La variación del guarismo dependerá de si entran a las zonas de captura más grandes o más pequeñas. Fíjense en lo curioso que resulta la cochura de la angula: aceite, ajo y guindilla picantona y si acaso un sí es no es (cosa de nada) de sal. Si le falta el ajo o la guindilla picantona, la angula no es ni de lejos un manjar, más bien una comida vulgar. ¡¡Pero amigo!!, si la pones en la vecindad del ajo y la guindilla picantona se convierte en un manjar. Y a propósito de manjares, la reina, el manjar más caro es la trufa, y dentro de la trufa la trufa blanca de alba, la tuber magnatum, que solo aparece en alguna zona de Italia y en espacios muy reducidos de Croacia o Bulgaria. Se trata de una trufa silvestre que aún no se ha conseguido cultivar. En el precio de algunas de estas trufas se ve muy claro hasta donde llega la insensatez de algunos multimillonarios capaces de perturbadoras idioteces de hacérselo mirar. Fíjense en el caso de una trufa comprada en Hong Kong donde un ‘nota’ desembolsó nada más y nada menos que 1,5 millones de dólares. Vale que el ejemplar fuera extraordinario (cerca de dos kilos) pero aún así, en mi forma de pensar, la cosa tiene su miga, vamos que es una gilipollez. Con todo, por algunas trufas se han pagado verdaderas fortunas. En la casa de las setas han pagado por un ejemplar 1.015 euros. En la región de Molise se encontró una trufa que fue llevada en avión de Italia a Macao; pesaba 1,08 kilos, fue vendida por 180.000 euros. Por algunos ejemplares se han llegado a pagar la asombrosa cantidad de 300.000 euros. Vamos, lo que cuesta un chalet y sin embargo, hay quien paga 50 millones de pesetas por una trufa. Dicen quienes lo saben que esas cantidades de dinero van después a parar a ONG…no he podido averiguarlo, pero sí tengo que decirles, como ustedes ya se habrán dado cuenta, que no todos los locos están en el manicomio, algunos andan por ahí, sueltos, pagando 50 millones de pesetas por una tuber magnatum. La trufa es un hongo hipogeo, es decir, que crece bajo tierra.
Debe ser que me ha dado un aire o un tabardillo, por eso he pensado en esta galería alocada de los precios de ciertos productos. Permítanme seguir un poquitín más por ese camino de los precios absurdos de algunos productos. ¿Qué les parece si le doy un ‘tiento’ al precio de algunos vinos? Que ahí es cuando yo estoy por pensar que algunos están previamente borrachos antes de comprar determinadas botellas de vino, si no, no se explica cómo estando las cabezas en su sano juicio pueden llegar a pagar por una botella el precio que se paga aun siendo muy indulgente con el precio de determinados vinos, por ejemplo un Tokai elaborado con uvas afectadas por la botritis, cuya vendimia es peculiarísima ya que se lleva a cabo grano a grano (imagínenselo). Se han llegado a pagar 558.000 dólares por una botella de Romanée Conti en una subasta de la casa Sotheby’s. Para el curioso lector diré que el Romanée Conti procede de la región francesa de Borgoña.
SIN ANOTAR CIFRAS, solo diciendo que sus precios son altísimos, déjenme añadir el nombre de algunos vinos: Petrus, Romanée Conti, Mouton Rothshild… no quiero dejar sin nombrar un vino blanco español de bodegas Marqués de Murrieta, de cuya bodega merqué una caja hace unos años a un precio más que razonable. El vino blanco al que me refiero está elaborado con uva Viura, es un monovarietal. Parker le acaba de otorgar los 100 puntos en su prestigiosa guía. Para terminar, permítanme una fantasía: ¿qué costaría hoy una botella de aquella agua que Jesús convirtió en vino en Caná de Galilea?