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La controvertida implantación del sistema de recogida de residuos puerta a puerta, es decir, la extracción separada por cubos en función de un calendario y un horario de recogida establecidos, proporciona municiones a sus detractores una semana sí y otra también.

Es así cada vez que aparecen circunstancias susceptibles de alterar la normalidad de su compleja puesta en marcha, que a día de hoy continúa siendo parcial y, por tanto, desigual en toda la Isla. La mayoría de los ayuntamientos, por ahora, esquiva su aplicación.

Ocurre, por ejemplo, cuando no hay recogida selectiva porque los trabajadores también tienen derecho a disfrutar de la Nochebuena o la Nochevieja como la mayoría de mortales. Asistimos anteayer a una nueva manifestación del denominado turismo de basuras, en este caso en Maó porque desprenderse del hedor que emanan los restos de langostinos es tarea urgente para la mayoría, cuando no debería ser así.

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Pero más allá de las deficiencias del sistema, que las tiene como prueba que años después de su anuncio se aplique solo en Es Castell y en algunos barrios de Maó y pedanías, hay tres consideraciones que resultan indiscutibles.

Una de ellas es que el puerta a puerta bien ejecutado funciona. Ahí están los porcentajes de recogida separada en las zonas donde se ha impuesto con muy buenos resultados, situándose entre el 79 y el 83%, cifras que cumplen sobradamente la normativa de la Unión Europea.

Otra es que el diseño de la planificación para su progresiva entrada en funcionamiento fue desajustado a la realidad hasta el punto de que hoy aún se buscan soluciones para llegar a las zonas más pobladas en Maó.

Y la tercera es que los residentes en la Isla, en general, no podemos presumir, precisamente, de organización pulcra con nuestras basuras, como tampoco de esmerarnos en la higienización, ni en el sistema tradicional de contenedores, ni en el actual, como se ha visto en la Nochebuena.