Una de las cosas agradables de la Nochebuena es que es muy fácil celebrarla. Cada cual puede hacerlo a su manera. O incluso puede preferir no hacerlo. Pero lo bueno es que se hace en casa, con lo que se tenga y, sobre todo, que no hay que inscribirse en ningún sitio ni pedir cita previa ni bajarse una aplicación. De momento. Es que últimamente hemos podido constatar que para casi cualquier actividad hay que inscribirse por adelantado con el móvil. Hace unas semanas fui al cine y no pude entrar porque todas las entradas estaban vendidas. Y eso que yo había llegado a la taquilla con tiempo de sobra para poder sentarme en la última fila. Pues no. Todo vendido por internet. Y yo, mientras desandaba el camino, pensé que una ya ni siquiera puede ir al cine con tranquilidad, incluso aunque haya que hacer cola. Bueno, también diré que desde que el fuerte olor a palomitas se percibe desde el portal, alguna vez he estado tentada de irme y renunciar. Sí, renunciar. Este parece ser el verbo más apropiado para quienes, como yo, no saben hacer las cosas a la moderna. La verdad es que ni sabemos ni nos interesa aprender. Y esta tozudez nos lleva a dejar de asistir a conciertos, eventos varios y espectáculos de todo tipo. Por no hablar de los restaurantes, donde ya no te dan una carta, sino que te ponen un código que hay que descifrar. A mí se me quita el hambre nada más verlo. En fin. Menos mal que la Nochebuena aún no exige nada de esto. Por ser algo que se celebra en la intimidad de los hogares. El día que haya que inscribirse o pedir cita previa, yo me retiraré amablemente, sin quejarme. Echaré de menos volver a escuchar el cant de la Sibil·la, mientras me tomo una buena taza de chocolate caliente. Pero, seguramente, esto también pasará, y me iré acostumbrando poco a poco, como hacemos con todo. Feliz Nochebuena.
Nochebuena
26/12/24 4:00
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