Directo al grano: la tensión política es casi insoportable. Solo se habla de corrupción, de mentirosos, de truhanes, de puteros y de vivales (y de vivalas que se aprovechan del estatus de su marido). No way, diría un anglosajón. Pero estamos en Navidad y tenemos derecho a una tregua.
Hoy, por ejemplo, mi teclado habría querido comentar el borrado deliberado del móvil del Fiscal General del sanchismo que para el Uno (y sus ‘opinadores’ sincronizados) no es un indicio de culpabilidad sino una prueba de inocencia (¡Luminosa deducción!). O deberíamos hablar también de las señoritas de Atocha, 25, esas que engrasaban los cuerpos de los elegidos para la gloria. O ante tanta tergiversación, sería inevitable recordar a Orwell (»La guerra es la paz, el desorden es orden, la mentira es la verdad...»). Upside down... Todo al revés.
También deberíamos de criticar que para no tocar la ley de Educación (esa que avala la inmersión totalitaria en barceloní), el PP balear decidiera ayudar a la izquierda a mantener la Ley de la Memoria Partidista (un disparate que nadie que no sea enemigo declarado del PP entiende). Pregunta básica: ¿Cómo deben sentirse los menorquines del PP cuyos familiares fueron asesinados en la Guerra Incivil?... O también podríamos criticar las bucólicas declaraciones buenistas del obispo de Mallorca sobre inmigración... etc.
Pero no, estamos en Navidad y, como digo, nos merecemos una tregua. Y para practicarla a nosotros se nos ocurrió pasar dos días en nuestra querida Barcelona para desengrasar. Y algo debe de pasar en esta tierra amiga porque los hoteles ‘bien’ han bajado sus precios de forma muy notable y, una semana antes de Navidad, no ha habido demasiados problemas para reservar mesa en restaurantes en los que ‘antes’ era casi imposible.
Les cuento. En esta ocasión hemos centrado la breve estancia en la zona de Enrique Granados con Provenza, en pleno Eixample donde los edificios modernistas, esas maravillas. La primera mañana la ocupamos en asuntos ‘diversos y personales’. Después tomamos el aperitivo en Belvedere, un local con ‘a touch of class’ situado en uno de los contados pasajes, esos remansos de paz en medio del bullicio, que hay en las calles diseñadas por Cerdá y que tanto me gustan. La barra es de madera noble y tiene el regusto clásico que tanto atrae. El interior ofrece muy poco aforo aunque todo aparece como muy confortable. Old style. El servicio habla exclusivamente en lengua sudamericana educada y la clientela en castellano. Ni rastro de bilingüismo. De entrada nos enfrentamos al primer problema: todo está reservado. Son las malditas comidas navideñas de empresas, esas que todo lo alteran. Como alternativa nos proponen quedar en la terraza bajo el toldo vegetal. Hace buen tiempo pero como contraprestación exijo que enciendan la estufa de pared. Sí, funciona maravillosamente. El desencanto inicial muta en placer de forma inmediata. El Dry Martini está perfecto y, satisfecho, me dedico a observar las mesas vecinas.
En una hay un esbelto varón ejecutivo que ha citado allí a su amante de las tardes. ¿Por qué se notará tanto? Ella es una sudamericana evolucionada, tipo ‘miami’ o mejor, estilo modelo venezolana de serie B, es decir buena. Ya se conocen, claro, pero la invita a comer antes del descanso. La comida parece sabrosa. Nos dan envidia y pedimos la carta de restauración. Acertamos en la elección. Volveremos.
En otra mesa hay tres chicas maquinando qué hacer en las noches festivas que ya se acercan peligrosamente. Están en edad de cazar, como leonas despiadadas buscarán sus presas vestidas con delicados vestidos negros y escotados, altos tacones y pintadas como sioux girls. Les auguro éxito aunque espero que no se encuentren con ningún Dani A. Después entran dos mujeres empoderadas, de esas que ansían volver a sus casas por las noches ‘solas y borrachas’. Han ido de compras y parece que han sido generosas consigo mismas por la cantidad de bolsas que llevan colgadas de sus brazos. Entran en el edificio y desaparecen. Intuyo que pedirán dos vodkas con un hielo. Muy cool.
Por nuestra parte cuando desaparece nuestro postre nos vamos al hotel (los años no perdonan una siesta) porque además tenemos cena con una antigua cliente ya convertida en amiga eterna. Y al día siguiente continuamos con el humilde programa de fastos previsto basado en el descanso, la gastronomía y la lectura pausada.
Bueno, ya ven que cumplo con lo de la tregua navideña. Si no hubiese tenido que hablarles de la caída del independentismo en .cat, de que la inmigración impedirá el sueño racial de los Pujols y demás carcas, de que los jóvenes quedaron vacunados con el Procés porque sus referencias culturales están en la red y son globales, de que el 155, el temor a la cárcel, el pago de multas y el cuento de la amnistía les ha metido el miedo en el cuerpo y les ha forzado a volver a la legalidad. ¡Lo que puede hacer un Batet pacífico!
Bueno ¿ven cómo he cumplido? No como Sánchez que nunca cumple. Bon Nadal a tothom.
Notas:
1- Dua Lipa es actualmente la mujer más guapa del mundo. Una exageración. Un millón de points.
2- El gran Denzel Washington cumple 70 años este viernes 28.
3- Se multiplican los robos en los aeropuertos de Madrid y Barcelona. Algunas bandas de delincuentes compran billetes de bajo coste (€ 10/15) para pasar el control de seguridad y ‘trabajarse’ las salas de embarque y las zonas comerciales. Un ejemplo: Miércoles 18 dic. Vueling 3722 – 18.10 h. Barcelona-Menorca: Una chica menorquina entró desconsolada en el avión: se lo habían robado todo mientras esperaba el embarque. Vayan atentos. Pasar el control de seguridad no significa entrar en la seguridad.
4- Enhorabuena a Lucas Pons por su libro «Vocabulari Menorquí». Un menorquinista activo y no de pacotilla.