El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, está dispuesto a llevar hasta sus últimas consecuencias su peculiar forma de entender la política y cómo solventar las situaciones de crisis. Aplicar hasta el extremo el lema de su mandato: Hacer de la necesidad virtud. Con este principio básico, cuánto más arrecian las críticas y las manchas judiciales por corrupción crecen, la respuesta desde el palacio de La Moncloa se repite como un mantra: Todo son bulos. Poco o nada importan las evidencias y contradicciones que se revelan a medida a avanzan las investigaciones de los diferentes asuntos, desde el ‘caso Koldo’ hasta el ‘caso Begoña Gómez’, pasando por el ‘caso del fiscal general de Estado’.
A pesar de los esfuerzos por aparentar que nada ocurre, lo cierto es que los comportamientos irregulares del entorno más cercano a Sánchez no pueden seguir atribuyéndose al interés perverso del Tribunal Supremo o de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil. Los asuntos implican a la esposa del presidente, uno de sus exministros y más directos colaboradores, José Luis Ábalos, y al mismísimo fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz. Palabras mayores. La culpa de todo la tiene, según el Gobierno y sus portavoces mediáticos, el PP y los jueces. Todo es un contubernio contra el mahatma presidencial, una víctima de las fuerzas del mal. Patochadas.
Mantener la estrategia del dontancredismo sólo es posible gracias a extraordinaria labor de zapa que se ha realizado en las filas del PSOE y cuyos resultados son extraordinarios, en toda la historia del socialismo español se había logrado tanta unanimidad acrítica; los argumentarios son dogmas. Aunque sean delirantes.
Aunque Sánchez se obstine en negar la realidad ésta no dejará de existir por mucho que le irrite la instrucción del juez Juan Carlos Peinado en todo lo referente a la contratación de su esposa, al que un ministro tilda de prevaricador. Lo de ahora en comparación con lo sucedido en la investigación del ‘caso Palma Arena’ es de chiste. Pregunten, pregunten. Aunque claro, Palma está a 900 kilómetros de distancia de la capital mesetaria y mirar atrás ya no interesa.
La cuestión está en determinar hasta cuándo soportarán Pedro Sánchez y sus socios este clima político, que a la velocidad con la que se mueve la justicia española se puede prolongar durante años.
Las encuestas. las últimas entregas demoscópicas de intención de voto ponen de relieve el desplome del Partido Popular en la Comunitat Valenciana, Carlos Mazón se hunde en beneficio de Vox. Con un PP topado en Catalunya, País Vasco y València es una quimera que Alberto Núñez Feijóo llegue a presidente del Gobierno en condiciones. La dirección estatal de los conservadores también practica el dontancredismo, la inacción como método para resolver la amenazas, por obvias y graves que éstas sean. Mazón hizo saltar por los aires –con su precipitado pacto con Vox– todas las opciones del PP para desalojar a la izquierda del poder. Ahora la historia se repite. No aprenden.