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Cuando me lean ya habrá pasado el sorteo de Navidad y como cada año habrá algunas alegrías, decepciones y quejas como esas de que soy un gafe y nunca me toca nada.  Me topé con un gafe, el de cada año porque hay gafes que no se jubilan jamás, ponen años como todo el mundo, eso sí, pero se repiten hasta la saciedad. Mi pregunta cada año fue la misma, le pregunté cuánto había jugado y me dijo que no compraba lotería. Dentro de mí pienso que es algo idiota porque es imposible que te toque si no juegas, pero a él le importa un pito lo que yo piense porque su morbo está en llorarte y hacerse el mártir.

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Pero a muchos seguro que les habrá tocado el gordo y no solo el salido del bombo sino de ese grasiento vecino del cuarto con el que te cruzas cada día en el ascensor en tu intención de conseguir un espacio salvador. Al menos sabes que si has coincidido con él el 22 y te roza, que será lo más seguro, al menos podrás fardar de que te ha tocado. Y una vez superado ese día a pensar en la Nochebuena y al día siguiente Navidad. Esos días son los elegidos por algunos para ser, o mejor dicho pasar, por los seres más bondadosos aunque el resto del año sean unos cafres de cuidado. Los lobos se pondrán piel de cordero y se brindará  por la paz en el mundo. Pero si ustedes están en otra onda, déjenme que les desee una auténtica feliz Navidad.