Ánimos queridos lectores, ya solo quedan cinco días para Navidad, trece para que se acabe el año y un artículo más para que deje de darles la turra semana tras semana. No sé si son del equipo «llevo ya un mes comiendo polvorones, mantecados y turrones porque solo se vive una vez y después de Navidad ya me apuntaré al gimnasio, si eso», o por el contario son más de «yo voy al gym cada día, practico mindfulness y hasta el 24 no pruebo el turrón, vegano por supuesto. De hecho, para Nochebuena acelgas con tofú al horno y para beber té matcha con gengibre».
Aunque seguramente serán personas a las que les funciona bien el cerebro y por lo tanto usan la (olvidada) razón, reflexionan, piensan con sentido crítico y después ponen cada cosa en su sitio. Ni haters de la Navidad porque respetamos a quienes la gozan, ni lovers del consumo loco y desaforado que trae con ella. Ahí, tranquilitos, disfrutando de los amigos y la familia, saboreando comidas ricas y haciendo acopio de Almax por lo que pueda pasar.
Y llámenme demagogo, pero no debemos olvidar nunca a los que les toca currar esos días ya sea en hostelería, en sanidad, en trasportes, en emergencias, en servicios sociales, etc. Ese gran grupo a los que en pandemia se les llamó «los esenciales», pero que en cuanto dejamos de estornudar el poder se olvidó de ellos para seguir mal pagándoles y explotándoles. Y esto demuestra que el karma no funciona ni de coña, tal vez el karma sea un invento capitalista, como la resiliencia y esas mierdas, para acabar con todo intento de rebeldía y revolución.
No sé, pero en estos días los creyentes celebran el nacimiento de Jesús, y fue precisamente Jesús el que echó a los mercaderes del templo y dijo aquello de que «es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, a que un rico entre en el reino de los cielos», cito a Mateo 19,23-30. Parece que algunos lo han interpretado a su rollo, porque si no ¿cómo explicar la bonita sintonía en la que están las elites económicas y eclesiásticas? Al igual que los reyes corruptos, podrán entrar bajo palio a los templos, pero para mí que Jesús no les va a poner la pulserita del todo incluido en el reino de los cielos. Porque una cosa es tener fe y otra muy distinta hacer negocio con ella.
En aras de la honestidad que he intentado siempre plasmar en estos artículos, les he de confesar que tengo cosquillas en el estómago. Han sido muchos años dando la brasa y desnudándome política, ideológicamente e incluso emocionalmente ante ustedes. Y saben qué, ha sido muy divertido y satisfactorio. El tiempo quitó la razón a los agoreros que me advertían que una escritura como la mía, por ser menorquín de Carabanchel, no iba a entrar bien y me iba a generar más problemas que otra cosa.
Cuán equivocados estaban los de los malos presagios. Ha sido un flipe y una gozada ejercer el derecho a replica desde las páginas de este diario. Así que flipante Navidad para todos y todas y nos despediremos como toca en el próximo y último artículo. Lúpulo, siempre de Grahame Pearce, por supuesto, y feliz jueves.
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