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En la nebulosa de un futuro porvenir a veces coge fuerzas o las pierde nuestro sentido común. El pasado siempre se adormece a medida de que cada día que pasa se aleja un día más. Nuestro futuro solo se hace presente en el instante en el que podemos sentir el suave roce de los labios de la persona amada. La vida, igual que el amor, es un misterio. El amor es un misterio compartido, lo que le hace más misterioso y que los poetas aun no han resuelto; creen que han puesto un huevo de dos yemas por decir que el amor importa solo a dos. El amor es el más poderoso de nuestros sentimientos. En no pocas ocasiones he filibusteado con amores fugaces para el contrabando de ir como la abeja de flor en flor, libando la dulce miel de promesas por cumplir. Solo poniendo el espejo en el retrovisor podemos medio acordarnos de dónde venimos pero somos incapaces de saber hacia dónde vamos, tan ligeros de equipaje y tan frágiles como una tela de araña.

A mi mente regresan como las olas que no se cansan nuca de acariciar la arena de las playas menorquinas, las imágenes una y otra vez de mis primeros amoríos (los que saben de estas cosas dicen que son los mejores), cuando solo captamos la belleza y el perfume de la rosa. Luego, en cualquier cruce de caminos en el ir y venir de nuestras trashumancias, nos pinchamos las manos con sus espinas. Es cuando descubrimos que el amor no es solo risa y sonrisa y que también se desvanece.

Tengo que preguntarle un día de estos a don Esteban Sócrates, que trabaja de cura con sotana repartiendo consuelos y frágiles esperanzas en residencias de ancianos a los que la DANA de los años y el desarraigo no les dejan vivir en sus propias casas donde siempre han vivido.

Mire usted don Sócrates, que digo yo si habiendo tantas mujeres, amar a una mujer casada sin que ella lo sepa siquiera… si es o no es pecado.

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Un bando de grullas cruza por el cielo que tengo encima de mi casa campestre. ¿Quién le sopla al oído de las grullas que ahora es llegada la fecha de emigrar?

Creo que la sobrasada que hacen algunos chacineros de Ciutadella es lo mejor que se puede hacer con un cerdo después de muerto. Tengo también que preguntarle, don Sócrates, si sentir una miaja de pena por los cerdos, ¿es o no es una tontuna? Porque mira tú que engordar para que le maten a uno cuando llega a gordo es, se mire como se mire, una más de esa capacidad humana de andar dando por saco al prójimo. Si para el caso el pobre cerdo no se mete con nadie. Tampoco se meten con nadie algunas personas, a veces niños que han nacido en un trocito hostil de este mundo hostil. Y va alguien sin alma y le pone una bomba a un niño.

¿Alguien me puede decir de qué estercolero vienen algunos?

Yo creo que al nacer los hay que se hacen con el cordón umbilical un nudo gordiano, si no, no se explica. Algunos se pierden en el laberinto que construyó el arquitecto y artesano Dédalo para esconder al minotauro. Digo yo si no será para dar que hablar.

Ayer mismo, en un arrebato, le confesé a don Sócrates que me gusta la tortilla con cebolla, pero también me gusta sin cebolla… va en días, mire usted.